martes, 8 de mayo de 2012
Federico Ambesi
Reencarnación y deseo de muerte 1
Sentía que la música aún estaba esperándolo... el sería, tal vez, algún amor que no fue y sin saberlo se encaminaba a la locura otra vez.
Miró varias veces el fuego y sintió cierto temor, corrió las neblinas del pánico de sus ojos y se dejó llevar por esa aventura que, dicen, es morir...
Luego de eso estuvo en un mundo diferente, no en los artificios paradisíacos que pronostican los creyentes, sino en un estado mental hermoso, perfecto...
"Muerte, hermosa y lúgubre muerte, gracias por llevarme con vos..." - dijo.
Más tarde, en el crepúsculo de sus sueños vió como todo volvía a parecerse al principio... luego caminó varias veces por aquella misma senda...
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Funeral del cuento olvidado y el amor como primera impresión -
Cada vez que me enamoré dibujé un punto. Fui dibujando varios a lo largo de mi vida hasta formar un círculo. Mis días rotaban como espirales ambulantes, vagos y perdidos, sumergidos en la melancolía, el adiós y un dejo de esperanza. Fui líder una vez de mis pensamientos, de mis angustias más remotas y los sentimientos más duros que fermentaban en mi corazón, rayé el cielo con esperanzas y más tarde besaron mis derrotas a la reseca tierra con sus raíces y su vida.
Los círculos comenzaban a cerrarse y me miraban como si yo estuviera atrapado en ellos, mas estaba yo a salvo de todo allí, esperando el momento oportuno de ver…
La belleza lo era todo una vez, mi amor rodaba por la escaleras y yacía muerto más tarde sin colores, sin miedos tampoco, sin asombro más que el normal; y mis miles de rostros cambiaban, así como cambia el universo a cada galope de un hermoso corcel, de esos que patean las nubes al andar y se confunden con la espesura del cielo tan enorme y tan hermoso.
No me enamoraba como todos cuando dibujaba en la imaginación del espacio, me enamoraba de los colores más perfectos, que resplandecían en la cúspide milagrosa del romanticismo existente, me enamoraba de los soles, del mismo enamoramiento infinito, de los ojos pensantes del tiempo que corría a mi alrededor removido por la sangre que sacudía las torres más potentes de las almas.
Silencio, casualidad, destino, miseria, amor perdido, suerte encontrada. No sé cuál es el verdadero nombre de la verdad, desconfío de la existencia de lo que veo y me divierto armando mundos de descontrol que luego apuñalan mi pensar, ¡el mismo que los concibió! Así como la hiena carcome el cadáver raído de un ser especial y poderoso, uno de los que corría por este mundo es ahora un alimento desgraciado de la furia de un ser débil pero de un poder descomunal… me despierto, todo es igual… todo es igual…
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