lunes, 30 de mayo de 2011

AUGUSTO ENRRIQUE - San Miguel, Corrientes.

Nacido en San Miguel (Corrientes) el 17 de mayo de 1977. Comenzó a escribir aproximadamente a los dieciséis años. A partir de 1994 vive en la ciudad de Corrientes capital, donde participó en las antologías del Taller Literario "TANAYPO" que es dirigido por la escritora Myrna Neumann de Rey (1997-2000) y donde ha obtenido los siguientes premios: Primer Premio Poesía año 1998 del Centro Cultural Mecenas, Primer Premio Poesía año 1999 del concurso "Los Creadores" de la Universidad Nacional del Nordeste, Mención Especial Poesía año 2000, Segundo Premio Poesía año 2006 y Tercer Premio Poesía año 2010 del mismo concurso, Tercera Mención Poesía año 2004 y Primer Premio Poesía año 2006 del Concurso Literario Anual de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Corrientes, y Primer Premio Poesía del Concurso del Taller Literario TANAYPO año 2010, entre otros.
También participó del libro Poesía Joven del año 2002, y fue uno de los miembros fundadores del grupo de artistas independientes "LOGOMAQUIA", que duró desde el 2001 hasta el 2003 aproximadamente y que organizó debates, muestras, y jornadas literarias como "POIESIS" en el Instituto San José de la ciudad de Corrientes. Además fue miembro del Comité Organizador del "I y II Encuentro de la Nueva Literatura Correntina" en los años 2003 y 2004.


Mail de contacto: altazor41@hotmail.com



EXPLICACIÓN ESTADÍSTICA

Estadísticamente hablando
no estoy en el promedio de la gente
soy absolutamente disperso
tengo un desvío estándar respecto de la media
y mi persona no se encuentra explicada
por ningún modelo.


SIMULACRO

Cuando en la pantalla se borren
las imágenes del naufragio
y no queden sobrevivientes de la mirada
saldrás a encender el monitor del recuerdo
y algún brillo azulado perfumará
el blanco y negro de los ojos
¿qué imagen en colores florecerá en mi retina?
¿qué atmósfera cubrirá el rojo planeta de tu corazón?
Entonces la imagen del mundo
solo será un simulacro de los ojos.


EL PRÓXIMO PASO

Ella salta al paraíso donde las aves no vuelan
Como una serpiente que danza en el aire
la atmósfera se desliza hacia otro espacio
Son viajeros del infinito los que me mostraron
el lugar donde el sol se disolvió
como una pastilla de vitaminas en un vaso de agua
Saltando hacia el fuego donde arden tus ojos azules
logré quemar la esencia que mostró
tu cuerpo en cenizas
Ya se mueven las inquietantes esfinges
entre los ciclos del silencio
Descifraremos entre los glóbulos rojos
de la autopista
la hemoglobina de la velocidad
Una caída, una caída al abismo, respuesta, pregunta
he aquí la cuestión, saltar al abismo y encontrar
la relación entre la pregunta adecuada
y la respuesta correcta
Arde la noche y se quema el fósforo de mis huesos
Ya me entregué a la irrealidad
como un ángel sin alas en una dimensión
sin gravedad
Que sea maldito cien veces quien intente adelantar
mi entrevista con la muerte
Todavía estoy haciendo terapia
con la señorita existencia
Entre muñecos construidos con frases hechas
me muevo con la palabra de la tristeza
Ya quemaron mi bosque de símbolos
Ya injurié a la belleza, ya envejecí mis niños
Todavía no extraje la piedra de la locura.


LA VERDAD ES UNA CHICA DESNUDA (durmiendo en la cama)

Me alimento de palabras en la noche

Yo también
soy el dueño de los muros
donde se lee tu nombre

Cerró los ojos e imaginó
un campo lleno de girasoles felices

Abrir la puerta
salir a la calle
y descubrir (todavía con asombro)
que los árboles florecieron
aún sin la lluvia de tu rostro

Solo veo
dolor en la belleza
desierto de caricias
locura y violencia
repetidos como un mantra
solo eso

Respirar
de nuevo sentir
como las manos
se adueñan de los vasos
y de las pieles

Mientras esperamos
que la sangre llegue al río
deshojando margaritas

Cuando salga el sol
la verdad seguirá durmiendo
desnuda sobre la cama

Igual sigo del otro lado
todo el tiempo estoy
entretejiendo palabras



PSICOPOEMA


Yo pude huir de mi territorio anímico
para eso cloné mi ser
y dejé a mi otro yo en el paisaje de las imágenes.
El ojo mecánico de la estructura cayó en la trampa
Porque el ojo estructurado se alimenta
de la presencia de la imagen

Vagar por el bosque de símbolos
hasta encontrar el árbol de la imagen
el fruto prohibido de la forma

El clon que dejé, ahora seguramente duerme
sobre el suelo cubierto de pétalos
sobre el recuerdo ebrio de lo que alguna vez
fueron las flores para las abejas del deseo

Y ahora hablo conmigo para escuchar mi voz
para ponerme de acuerdo con el silencio
para desentrañar el mito que han construido de mí
los labios falsos de la estatua
la dura inercia de la mente de piedra
la distorsión que produjo un prisma imperfecto
de los colores de la belleza

Y si me deseo otro, ese otro no es más
que una forma distinta del verbo que separa
el sujeto y el predicado de mi persona

Yo no oculto mi corona, sin embargo nadie la vé
porque está hecha de espinas invisibles
Yo he renunciado a mi trono
por las cenizas de las estrellas

No paseo la imagen de mi locura
por la pantalla de tus ojos

Si la luna se suicidara chorrearía su lactescencia
sobre el río azul de tus ojos
pero no hablemos del suicidio, de las lunas,
ni de las coronas ocultas que los reyes no muestran
sino del vértigo de tus labios ante el deseo

Lo que vamos a hacer es averiguar quien fue
el asesino de tu felicidad, porque seguramente
está libre y seguirá asesinando

Sobre tu planeta siempre es de noche
la palabra sagrada de tu boca aún no ha dicho
el nombre de la estrella dorada

Recién empieza el génesis, tu corazón aun no late
tus ojos no han sentido el ardor que produce
la luz roja de la sangre

Ahora estás girando como un disco
en los remolinos de la noche
la púa de mis ojos lee los surcos de tu pensamiento

Yo no necesito llamarte
porque las voces de los astros te invocan
y el mantra del recuerdo perdura
en el oído de tu memoria

Tu problema es que te gustan demasiado las palabras
sos un pez brillante que nada en el río de las letras
La forma más fácil de atraparte
es fabricando señuelos construidos con conceptos

Hundirme bajo la fresca sensación de la superficie
volver a ser la semilla que dió origen
al árbol de la imaginación, y encender los cirios
que aún existen en el templo de tu alma

Tú sabes lo que quiere decir el lobo cuando aúlla
no anuncia el fín de la alegría
sino la mutación del ser en un cordero

Con el agua de la eternidad habrán de ungir
la inocencia de tus sueños

Yo estoy fuera de cuadro,
la cámara no puede enfocar lo esencial
No quiero sentir la bella condena
de ser una imagen a admirar
por la lujuria insaciable de los ojos

Solamente desnudaré mis ojos para verte

El pájaro ha descendido
y pronto se transformará en serpiente

Mientras tanto los dementes hechos de oro
ahorcan a la niña llamada Esperanza


PLEGARIA A LO INASIBLE

Inasible es aquello que huye del amor
Quedarse es hacer un pacto con el instante
y extorsionarlo para que no transcurra
Inasible es el tiempo
Es lo que troca en distinto
y lo que prolonga su forma en la mutación
del símbolo
En esa mutación la materia recobra su esencia
y el símbolo pierde su forma
Y así la variación produce la belleza
Pero lo imposible no escucha a la mente
que pregunta
La voz que imita a los zorzales
es de una niña oscura de ojos azules
Y lo inasible en manos de oro suena precioso
La llama es caliente cuando se eleva
y penetra las llagas
por eso la niña es volcánica y está dormida
Si vá por la vida su caminar es invisible
y no la seguimos
Hay un camino donde nuestras huellas
nos recuerdan
que alguna vez caminamos
pero hay otro camino invisible
donde nuestras piernas son alas
No es el instinto el que nos empuja
hacia el ocaso
sinó la belleza abstracta del cerebro
Pero el instinto rechaza lo eterno
La admiración puede convertir
al silicio en diamante
pero los diamantes
ignoran el concepto de belleza
Nuestro destino es alcanzar lo dulce
de una naranja
y dejar que el cuchillo del tiempo
quite la cáscara del alma.


Y SIN EMBARGO DIGO ALGO


Tengo miedo, mi jaula se convirtió en pájaro
y volví del cementerio, donde los demás
ponían flores, a infinitas tumbas con mi nombre.

Detrás de la noche, mi cuerpo danzaba como una serpiente
poseída por el espíritu del vino.

Es la hora del estruendo
el instante de ahorcar a las palabras.

Y sin embargo digo algo
lucho contra las palabras y por ellas
aunque no diga nada digo algo
aunque no parezca digo algo

Todavía me queda un gramo
de la droga de la inocencia

Voy a arrancarme la cabeza
para probar que alguna vez estuvo en su sitio

Recién aprendí a besar al mundo
la próxima vez le meto la lengua

Cuando era un anciano
corría sobre un caballito de juguete
es decir jugaba
y mi corazón se arrancaba los pétalos
para saber si yo la quería o no
Pero después, volví del cementerio
donde los demás ponían flores
a infinitas tumbas con mi nombre
y yo también me puse una.

Leonor Mauvecin - Córdoba, Argentina

Leonor Mauvecin: Nació en Córdoba, Argentina:(1950) Lic. en Letras, Prof. de Lengua y Literatura. Coordinó ciclos culturales Dicta Cursos y talleres literarios. Obtuvo el Fondo Municipal de Córdoba: 1998, 2000, 2005 Obtuvo Menciones de Honor en: Premio Provincia de Córdoba 1996, Luís de Tejeda 2006. Fundación Argentina para la Poesía 2007.
Invitada a: Poetas del País de las Nubes México, VI Festival de poesía de la feria del libro Buenos Aires, Feria del libro de Córdoba (entre otros)
Ha participado como expositora en encuentros y congresos literarios
Publicó: La Casa del Aire, 1996 La Huella de la Tarde1998 La piel de la serpiente 2000 La caja de madera. 2005 La casa del amor y de la muerte. 2008
Antologías: El Caldero de los Cuenteros .Ciclo de poetas Córdoba poética Siglo XX . Ciclo de escritores cordobeses. La tierra del conjuro. Heptagonal. Poetas en el País de las Nubes México.



De La Piel de la Serpiente

MUTACIONES

Deberíamos pasar al otro lado del espejo
y escribir en el dorso de la mano.
Deberíamos buscar los fantasmas
para quitarles el polvo
y dar vueltas las sombras para vestirnos
con su otra cara.
Deberíamos sujetar el presente
para apoyar el rostro
y reclinar el brazo sobre el tiempo que huye.

Acaso deberíamos buscar un día sin retorno
para instaurar la memoria
y ahuyentar el olvido.
Acaso las telarañas del espejo
me devuelvan mi rostro,
pulido por las cenizas del tiempo.

Pero no será mi rostro.
Será tan sólo un simulacro
que se romperá en pedazos apenas caiga
la primera piedra.





MI PIEL

Condenada a mi forma de este mundo
Olga Orozco

Condenada a esta piel, la observo
abrirse lentamente sobre la flor del tiempo.
La desdoblo, para leer en ella su código secreto.
La estiro sobre los cuatro puntos cardinales para enredar los sueños.

No alcanza, es apenas un despojo que encoge y me atrapa.

Como tela de araña
mi piel, oculta un ojo siniestro que mira, más abajo de mí,
mi pobre ropaje que deshoja
mi pobre ropaje con su ritual de fuego.

Condenada a esta piel de barro, de pulpa de maíz o de madera
recorro sus límites y escribo sobre ella.

Trazo el último enigma de la aurora.

Escribo en la fragilidad.
Sobre la arena, con mis huesos. Esperando la última marea
mientras socava el tiempo , me desgrano.



*********
De La caja de Madera

Debo escarbar despacio.
Retirar la hojarasca.
Separar el polvo de los huesos.
Acomodar cada cosa en su sitio.
Saber qué hacer con lo que sobra.
Ordenar las palabras.
Encontrar la punta del ovillo.
Cortar el nudo.
Abrir las puertas.
Y echar de menos
todo lo que falta

*****
A José O’Sullivan, mi abuelo

Volverás sobre el patio cerrado de la página?
Abrirás para mi
la cerradura del pasado
donde se guardan las palabras
que tiramos al agua del olvido
en el reino sagrado del Ogham?
Huérfanos sin la magia, si la vara de los druidas.
Exilados del prado, del muérdago y la verbena
miramos el retrato de tus ojos
ahogados
en tu océano de noches imposibles
en plenilunio.

¡Ay abuelo!
Bebe
y danos de beber el sueño
de aquellos sueños.
Dame de beber el sabor de la cebada
en el último viaje,
el del retorno.


DESHILACHA EL CORAZÓN

Donde son sordos todos los murmullos
parte y desovíllame los huesos.
Deshilacha el corazón
hasta que la sangre se convierta en río.
Sácame los ojos, entrégaselos a la noche.
Desteje la trama de mi pelo y échalo al viento.
Enrolla mi lengua y déjala, donde las palabras
puedan relamer mi abandono y mi locura.
Sepárame los dedos
en especial, aquellos que saben de escrituras
y entiérralos en algún rincón sombrío
donde los ratones mastiquen el rojo de mis uñas.
No te olvides de ninguna de mis bocas
que saben del amor, absórbelas como en una marejada
y llévalas a morir junto a los peces
Y a los oídos, que escuchan tus pasos,
que saben distinguir el sonido de tu voz
y el canto de Orfeo, disfrázalos de mar
y escóndelos, entre las caracolas del río
que repiten el rumor del universo.


De El libro de las cacerías



El próximo movimiento…

Alguien está en el bosque.
Alguien que guarda gorriones en el vientre
y un murmullo de hojas labrando la utopía.
Es el cazador que lleva tatuada
en sus ojos la biografía del agua.
Es el niño que juega entre la barba
y la mirada del hombre
a desafiar la muerte.

Acecha el cazador y sueña:
Un banquete de pájaros.
Una gacela.
Una mesa colmada a la medida del hambre.

Las extensiones del viento lo confunden.
Los olores del viento lo desvelan.

Tenso el niño - cazador en medio de la espera.
Ignora,
que el perfume que trae el viento, ahora,
es su perfume.
El cazador acecha
Frágil
Él es la presa.

FERNANDO GONZALEZ CAREY - Gral. Roca Río Negro

El barquero


Me sorprendí cuando me dijo que no. Después, observando el Oeste, donde se calcaban las montañas en el lago, insistí.
- Tenga en cuenta que vengo de lejos y que la noche se arrima...
No dejaba de mirarme, pero por más que indagué sus intenciones en la mínimas marcas de su rostro, sólo encontré la misma negativa, pertinaz. Sin embargo, una fina línea floreció en la comisura de sus labios cuando metí la mano en mi bolsillo y le mostré el vintén oriental. Lo tomó con ceremonia infinita y entonces me ayudó a subir a la barca.
Mientras los remos marcaban el paso de ñires y cohiues que se acomodaban en la orilla, volví a sentir muy cerca de mí, adentro, a los costados y con el alma apretada al mismo pasajero solitario y temeroso que llevaba yo adentro. El barquero persistía en observarme.
- ¿De dónde viene? – me preguntó de repente.
- Pues caminaba por el bosque y me di cuenta bastante tarde de que no tenía tiempo de orillar el lago para regresar a casa.
- Parece asustado.
- Hay algo de eso –respondí sin resistencia.
El barquero tenía un rostro de nadie, pero invitaba a conversar. Hablaba con voz profunda.
- Hay en la vida sensaciones raras, que en el bosque se magnifican- deslicé cuando la proa buscaba la orilla opuesta.
- Es que las sombras de la vida surgen recién al atardecer. Fíjese en el pinar espeso que llega hasta la playa, cómo se abalanza sobre el espejo de agua y lo cubre. De día, es una fortaleza verde, que sostiene el cielo. Vamos construyendo temores en el camino de la vida y cuando éste se angosta, aquéllos recorren el mínimo espacio en loca carrera, mordiendo y acorralando.
Y entonces, mientras el barquero trabajaba su remo, de mi bolsillo fueron saliendo muy despacio las penas y las mentiras, las traiciones y desencantos, las soledades y miserias. Los iba liberando y arrojando al lago, en pequeños envoltorios que prontamente desaparecían. La conversación avanzaba sin miramientos. Hasta que aparecieron los recuerdos El barquero extrajo de la nada una bolsa grande de arpillera y la abrió en silencio, incrustando sus negros ojos en los míos. Resultó inútil resistirse. Allí debían ir las cosas nunca más vistas y queridas del pasado.
- Si Ud. quiere vivir, arrójelas y nunca más pida por ellas- y cerrando la bolsa con la nostalgia que pesaba como jamás imaginé, la tiré al lago. La estela de un pez muy grande se abrió surco desde la quilla de la barca y se alejó tumultuosamente.
Un silencio incómodo se apoderó de mí, pero cuando arribamos sentí el vacío que las penas habían dejado. Me alejé sin volver el rostro, convencido de que nada valió más que ese día.




El espejo

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Con Martín solíamos reunirnos en el altillo de casa en las horas de la siesta, cuando papá y el nono estaban durmiendo. Este descanso después del almuerzo se respetaba a rajatabla entre los mayores y su ceremonia resultaba interesante de observar: terminaban de retirar los platos del postre y ellos, después de la copita de licor, se levantaban y se encaminaban lentamente cada uno hacia su cuarto, en completo silencio. Mamá y la abuela, una vez que limpiaban la vajilla en la cocina, desaparecían también. Entonces yo me iba bajo el limonero y, trepado al tapial que nos separaba del vecino, le gritaba a Martín.
El altillo era nuestro refugio. Se ascendía a él por una escalera en caracol de maderas crujientes y su baranda nos servía para el tobogán. Arriba, su espacio estaba ocupado en gran parte por un viejo ropero de la abuela. Las paredes del pequeño cuarto las recuerdo cubiertas de cuadros de casamientos y de primeras comuniones, con rostros que nos miraban fijamente desde un tiempo lejanísimo. En el altillo contábamos nuestras figuritas, lustrábamos las bolitas que solíamos ganarle a los amigos de la cuadra y abríamos tesoros de hallazgos raros –una mandíbula de perro, una cola de ratón momificada, chapitas de cervezas Río Segundo , estampillas con la imagen de Evita y otras rarezas que guardábamos celosamente.
Con Martín habíamos descubierto un espejo en el lado interior de la puerta del viejo ropero, un enorme espejo en el que proyectábamos todo tipo de burlas, sonrisas y caras bobaliconas. Una vez él me observó que cómo si movíamos la mano derecha, en el espejo lo hacía la izquierda, que si nos rascábamos una oreja, el espejo mostraba que en realidad nos rascábamos la otra. Y nos reíamos mucho practicando movimientos sin explicarnos esa desobediencia. Hasta que un día se lo comentamos a la abuela mientras tejía un largo echarpe con largas y afiladas agujas. Recuerdo que bajó un tanto sus gruesos anteojos de carey , nos miró bien desde arriba y nos dijo que el espejo era una gran puerta que comunicaba con remotas regiones mágicas , que si queríamos visitarlas no teníamos más que mirarlo fijamente sin reírnos y luego, atravesarlo. Que el regreso era fácil pues con tocarlo desde atrás se abría a la vieja realidad. Y siguió tejiendo como si nada, con una sonrisa pícara con la que siempre terminaba sus cuentos.
El juego resultó muy divertido. Nos destornillábamos de risa frente al espejo cuando parados y firmes lo mirábamos unos segundos, tratando de estar serios, de no mover un solo pelo. Pero no, no podíamos y debo confesar que Martín se llevaba todas las culpas: era demasiado cómico y yo, en realidad, imitaba sus actitudes. Pero un día nos cansamos de reír y el juego se cayó. Fue entonces que Martín se recostó en el piso del altillo y yo me quedé solo frente al espejo, tratando de imaginarme ese mundo fantástico de la abuela y de aferrarme a la mano de Martín, porque como una cortina plateada que se derrite se transformó el espejo frente a mí. Tenía un movimiento ondulatorio, como en los sueños. Literalmente lo arrastré a Martín y ambos cruzamos la pared que nos multiplicaba y proyectaba infinitamente.

El sol era un remolino de sensaciones, pero advertimos que la noche estaba metida en todos lados. Caminamos haciendo equilibrio en el cordón del pavimento y llegamos a una esquina con avenidas anchas donde un señor en monopatín nos preguntó si queríamos subir y le dijimos que sí, que nosotros también íbamos a empujar. Y salimos disparando, esquivando toda una procesión de gente loca que arremetía contra nosotros en contramano. Llegamos cerca de una plaza con hamacas gigantes y bajamos. Tengan cuidado, nos dijo el conductor, y después desde lejos nos hacía morisquetas. Tengan cuidado de qué, me dijo Martín preocupado, y enfiló para el lado de las vidrieras repletas de muñecos bobos que gesticulaban detrás del vidrio, seduciéndonos. Cuando ya estábamos adentro, nos atendió un señor muy alto que oscilaba como una columna de humo y con el ceño muy fruncido nos recriminó que ya era muy tarde y que cómo estábamos solos en esa ciudad. Martín tardó en mirarlo y se puso a imitar a los muñecos, mientras yo ya apuntaba hacia la salida. Me pareció ver un gesto, cómo decirlo, raro, como de náufrago, apenas perceptible en mi amigo, pero él siguió anclado al lado de los muñecos que festejaban el encuentro con su nuevo compañero. Lo miré una vez más y me extrañó no reconocerlo, así que, desconcertado, salí a la calle y desde la vereda opuesta observé. La vidriera se transformaba en ruidoso carnaval, casi grotesco, y sus fantoches, saltando y festejando, se arremolinaban en la salida y llenaban la calle proyectando en los muros una murga como de gelatina. Y allí iba Martín con un bombo colorido y sombrero de alta copa. Se subieron al primer tranvía que pasó y desde las ventanillas me saludaban haciendo trompeta con sus labios. Yo al principio quedé como enterrado con mis pies en la vereda, pero después corrí entre las vías. A mi lado pasaban chicos, también corriendo. Algunos me gritaban que me apurara, que llegaría tarde , pero yo miraba solamente hacia delante y por nada del mundo abría la boca porque rebotaban mariposas en mi rostro. El sol seguía allá arriba creando sensaciones extrañas, pero la noche persistía en invadir la ciudad.
Como un ejército de hormigas en hilera fuimos borrando la colina, en las afueras de una ciudad ausente. Busqué el sombrero de alta copa y lo encontré entonces a Martín, muy atento y expectante, al lado de un muchacho esquelético que hablaba como desde una tumba. Los muñecos bobos saltaban a su lado, con las manos en alto. En un momento dado, cuando por dentro me desvanecía, sentí que descendía de lo alto un sonido estridente que invadía todo y me tuve que tapar los oídos. Los ojos me revelaban circunstancias borrosas y la marea humana subía y bajaba hasta que Martín me tocó el hombro y me despertó. Lo primero que hice fue preguntarle por los muñecos pero él me respondió que no hablara muy fuerte, que estaban por todos lados, que no sabía porqué no se sentía bien y que quería volver al espejo. Ya iba a levantarme cuando detrás de Martín apareció un rostro de risa estúpida que me clavaba sus ojos fijos y circulares. Y detrás de él otros, y otros. No me dieron tiempo. Nos arrastraron por el suelo, mientras mis zapatillas producían chispas y dejaban una estela fosforescente. Inútiles los gritos, los ruegos y las lágrimas. Nos raptaron en medio de la noche, con el sol tibio que aparecía detrás de los eucaliptus inmensos. Los tranvías pasaban saltando sobre las vías y adentro iban decenas de muñecos bobos haciendo trompeta. Creo que grité “mamá” y que Martín me saludó sonriente con las manos en alto. Entonces no sentí más nada y me hundí pesadamente, en tiempos lentos, muy lentos.

Cuando desperté estaba sentado frente al espejo, dentro del viejo armario de la abuela. No bien lo toqué se abrió la puerta y quedó entonces quieta, como esperando que yo saliera. Primero me llamó la atención desconocer el tic tac del reloj del comedor, y esperé que sonaran las campanadas . La casa parecía colmada de ausencias pero el reloj la despertó a los pocos minutos. Descendí entonces por la escalera familiar sin usar el tobogán de la baranda que tanto me gustaba, y divisé a la abuela tejiendo en su mundo de silencios y de recuerdos. Levantó la vista apenas, y sin dejar de mirarme con sus hermosos ojos celestes me preguntó qué hacía allá arriba. “Pero abuela, - le dije - no lo encuentro a Martín, lo agarraron los muñecos malditos”. Entonces, me llamó y aclarándome muy seria y como ofendida que ella no era mi abuela sino mi madre, me contó que también tuvo de muchacha sus pesadillas, que no las podía olvidar. Me pidió que acercara una silla y me relató un sueño de muñecos con rostros que oscilaban entre la burla y la inocencia. Mientras mi madre me llenaba de paz y yo palpaba ya un sueño cercano tratando de acomodar mi cuerpo de pibe ya crecido, remonté nuevamente una avenida ancha en monopatín y me alejé rumbo a ciudades fantásticas, repletas de muñecos bobos que me guiñaban un ojo al pasar, haciéndome trompeta con sus labios desde tranvías que saltaban por las vías.

viernes, 27 de mayo de 2011

Victor Hugo Sain

ANATOMIA FINAL Libro: Paisaje Arterial

En el fondo del bosque, donde habitan las balas en tus ojos. Allí, la coral retiene algo de tus tímidas pupilas furiosas. En las orillas de tus manos, en las escolleras de tus lágrimas, se asoma el sórdido anhelo de cortajear por última vez, cada recuerdo, cada carta, cada ademán de volver a sufrir por ese tacto sucio, inescrupuloso y débil.


Estimado/a:

Temo no saber quién soy. Quisiera decírtelo. Pero la furiosa pulcritud de lavarme las manos tantas veces y gastar mi piel bajo la ducha, no me permite reconocerme. Soy una brisa flexible que ondula en cada pensamiento y que suspende un grito inquietando su iris.

Quisiera agradarte, voy buscando cada pieza en tus movimientos, cada palabra, para complementarte y hacerte feliz. Aunque posiblemente yo no lo sea.

No soy un ser digno. Siempre verás en mi, algún pliegue sórdido y oscuro; ya que en el lago flotan partículas de mi sonrisa hoy muerta. Sinceramente, te amo, pero es así como se cierra el círculo en este horrible paraíso de niebla: con el rechazo.



A.





Le dije. Eso! Lo que sentía. Es que…no, no le conté. Es que me pone así…se sobrentiende, yo no le miento, solo no le digo todo, pero insinúo para que me descubra. Es como un prolongado abrazo antes de partir.

No sé cómo ha vivido usted doctor, pero siempre fui más libre en la nocturnidad alejada que en la de alcoba. Uno siempre espera, vio ¿Por qué esperar? ¿Y qué esperar? Un golpe, un llamado, la felicidad, la gratitud, la muerte. A veces pienso en que si hubiera concretado ciertos deseos me hubiera negado a descubrir ¡tantas cosas! Casi siempre lloro cuando veo niños, son tan transparentes que el magnetismo hacia un sentimiento de culpa y de una infancia desdichada y perdida, me hace observarlos con dulce tristeza.





Estimado/a:

Es gracioso, pero a pesar de mi sutil desprecio hacia vos, no dejo de esperar que me contestes. Aunque sea decime algo. Si, ya sé que es todo muy veloz, pero los días son voraces y el vacío me destroza. ¿Qué te pasa? ¿Te doy asco? Si me decías que me querías, seguí sintiendo lo mismo para demostrarme que yo puedo cambiar mi parecer y no negarme a ser feliz. Escribime por favor, decime algo…



A.





Día lunes, la reverberación del silencio aturde las mañanas. Son esos días en los que uno no quiere vivir. En los que al cenar no habla por temor a soltar un llanto ensordecedor, compulsivo, y bien lleno de lágrimas; con todos esos gestos que deforman la cara, lo hacen ridículo y feísimo a uno, y lo llevan a ocultar el rostro con las manos temblorosas y a limpiarse los mocos con las mangas. Son esos llantos que provienen de otro lado. Y luego a la mañana, el café muy puro, casi frío, sin leche, y esas ganas de abandonar el mundo y dormir cien años. Aunque a veces uno se alegra por la falsa sonrisa y amabilidad de un vendedor, o por la deslumbrante belleza de alguien en el tranvía, que seguramente nos encantó más, por los ornamentos de la idealización y las historias de nuestros ensueños.

La cama es una tumba, y antes de morir mirando el cielo raso, mirás la pared, esperando algún zumbido que perfore tus tímpanos y te haga titilar el cerebro. Ese temor que se aproxima con sigilo y de repente es un revolver en tu sien robándote el sueño…turbulencia de amor, anhelos, sexo, pasado, trabajo, ausencias, y el no saber elegir. Tu rostro es sincero a la noche, esa luminosidad de velo fantasmagórico que tiene el foco del baño, te hace vislumbrarte hasta el asco. Y tu cuerpo se enfría aun más, bajo esa ducha sempiterna a la madrugada, tocándote, reconociendo tu cuerpo otra vez, y esa paz, y ese rechazo, adormeciéndote en las gotas de la negación.





Estimado/a:

Hoy me volví a hacer el estudio, los análisis. Y como siempre, dio negativo. Es una obsesión, yo creo tener algo ajeno en mi cuerpo, me voy a morir, lo sé, y quiero enfermarme, además, para asegurarme de que yo tenía razón, y quiero ser la persona más lasciva sin temer a esa puta enfermedad, y que venga de un precipicio de ultratumba esa mísera persona a arruinar mi vida, que la arruine de nuevo, llenándome de placer, así… basura hija de puta… soy como vos…y arrancarle a pedazos su cuerpo, cortándolo en fragmentitos, y comerlo en una gran cena, poniendo una gota de mi sangre infectada en la copa de los invitados.



A.





Doctor, hoy descubrí que puedo vivir en soledad, de modo figurativo. ¡Disfruto tanto el hecho de pensar la vida!, porque puedo, a veces, manipular los pensamientos a mi merced. Antes sucedía que mis pensamientos me acorralaban. Ahora disfruto de esa situación, la modifico, ¡y todo es tan mágico! Las personas son de lo más lúdicas, no tengo temores, ya que nada es real, y cualquier equivocación es ficticia, por lo tanto tengo libre albedrío para aprender de los errores, corrigiéndolos luego sin padecer el hecho de hacer las cosas mal. ¿Por qué tengo que estar con alguien? ¿Qué me importa la verdad? Yo quiero ser feliz y cierta luz sombría requiere que el fin justifique los medios.





Estimado/a:

¿Cuántas cartas debo escribirte para que entres en razón de lo que siento? ¿Qué no entendés? ¿No ves que necesito una carta tuya? ¿Qué te echo para que vuelvas? ¿No pensás volver a escribir? ¿Cuándo cambiaste tanto? ¿Yo te hice cambiar? ¿Pensás que te cambie? ¿Fue por mi culpa? Si siempre lo supiste ¿Por qué te importó al final? ¿Qué puedo hacer para que vuelvas? ¿Por qué ya no soy especial para vos? ¿Estás feliz sin mí?



A.





Me abandonó, así sin más, y no le importó. Al parecer el amor es un faro difuso que solo brilla en el mar nocturno. Y al despertar se convierte en una desilusión con florales de resabios. Sí, yo le dije que se fuera, pero, si me conocía tanto, sin tanto me amaba, hubiera tenido la delicadeza, el tacto de percibir que yo buscaba su calor, y que al ser un espíritu a veces acondicionado por recuerdos tristes, me deje llevar por el paroxismo de mis sentimientos y sin inteligencia emocional.

Yo era feliz en el desequilibrio, la locura era necesaria, era especial, y lo demás, y los demás nunca importaron. Yo no tenía más necesidades que su compañía y el entorno fluía como la corriente de un río, como nuestro cause, y el orden es algo que no servía, y si otros labios eran lindos los besaba, y no negaba mi naturaleza, por qué debía hacerlo.



Esta semana fue dura doctor. Estoy durmiendo como si estuviera en un bosque, siento como de a poco las serpientes se enredan en mis piernas y luego a mi cuello, y floto, y me aturdo, y aparecen voces, y ratas, y una serie de sueños en los que quizá sea vigilia, y es una mezcla de miedo y placer, y siento que la locura me atraviesa y de a poco me lleva, y ya no me importa.

Hace unos días volví a escribir, como siempre, cartas que no pienso, y en las que me dejo atrapar por mi oscuro amor hacia la vida. Sin obtener respuesta.



Van retrocediendo flashes, secuencias. Una niña en una hamaca, un sol esquivando las hojas hasta iluminar la tierra fresca. Todas las sonrisas y todo el amor del mundo. Retrocedés aún más, y con un vestido rosicler cantás peinando una muñeca, y un fantasma en el sillón observándote con ojos enfermos y una risa de horrible diplomacia. De la escafandra salen las heridas que nunca escondieron tus ojos. Una bala de cristal estalla en la marea interna hasta que vomitás alquitrán sobre tu hermoso cuerpo de mujer, desnudo sobre las flores muertas.

Leve acercamiento de la cámara hacia la ventana. Un hermoso jardín en donde las hojas y los pétalos se mueven alternando extremada velocidad con notable lentitud. Aproximación de enfoque hacia una niña de diez años sentada en un tronco cortado, mirando la cámara con acentuados ojos color miel y un marcado matiz morado debajo de los ojos, observando así, sin parpadear, de un modo triste, culpable; tan profundo como inexplicable, con todo el amor que puede existir, transformado en dolor.

jueves, 26 de mayo de 2011

Maxi Carrasco

Contradictorio es el amor desbordante que se escapa del corazón cada mañana al ver un mundo hermoso y puro que envuelve con el punzante dolor de odio que se clava en el pecho al rato de despertar y ver un mundo horrible y destruido que envuelve. Es la contradicción de vivir con una vasta sonrisa estampada en la cara sin saber porque está allí, la misma contradicción que significa sostener esa sonrisa frente a la gente desagradable simplemente porque años de prejuicios y errados valores hicieron que dedicara muecas de asquerosidad a gente que –tal vez- no lo merecía. No menos contradictorio que los mismas contradicciones que todo el mundo comparte, como querer salir a pasear cuando se está enfermo y no querer salir de su casa cuando se tiene la noche libre, o como enamorarse de la persona que nos evita y evitar a la persona que se nos enamora. Tan contradictorio como llevar esas contradicciones encima y aborrecer la idea de compartir contradicciones con la mediocre común. Contradictorio como llorar, largo tiempo después, por los amores perdidos adrede, pensando en las infinitas posibilidades de ser amado que se disolvieron en las intenciones, cuando en aquel presente pasado solo podía pensar en la libertad quitada y la incomodidad de la compañía no querida. Tan contradictorio como sostener ideologías impuras, basadas en preferencias efímeras del momento casual, sin jamás haber sentido un sincero acercamiento a ninguna creencia popular o colectiva. Eso es lo contradictorio de vivir en un mundo sin querer pertenecer a él, de ser parte de un conjunto y buscar la manera de escapar, la contradicción que se vuelve necedad al creer que existirá una respuesta en otro lado. Es otra contradicción compartida con el resto de la humanidad, siempre buscando la aceptación de un nicho para encerrarse allí y odiar al que se encuentra en frente. Contradictorio como los creyentes en dios que se odian entre sí porque creen que el dios del otro no es el mismo en el que creen ellos, contradictorio como quien pelea por derechos de igualdad pero no quiere dejar de ser parte de un grupo menor y aislado porque le quitarían lo único sobresaliente de su persona, contradictorio como quien defiende la vida y los valores éticos pero mataría a todo aquel que no sigue sus reglas . Tan contradictorio como una catarsis sobre contradicciones. Como vivir en un desinterés absoluto hacia la existencia y al mismo tiempo vivir enojado por la gente que baja el cordón de la vereda esperando que corte el semáforo o por las viejas que se forman delante de una fila de colectivo sin mirar la gente que espera detrás.
Es un mundo contradictorio, que crea y luego tiene que sobrevivir a la evolución de su creación. Somos animales contradictorios, que vivimos mirando a un futuro incierto y desconocido y al momento de finalizar sólo podemos mirar al pasado. Es una vida contradictoria, que solo necesita lo que existe para continuar, pero no puede evitar buscar más donde no lo hay. Es un autor contradictorio, que un día escribió lo que sentía y otro día escribió aquello que dejó de sentir.


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Porque aquello que una vez existió ya no es y lo que no era, ha llegado a ser
Ovidio – Metamorfosis


Hubo un tiempo donde el personaje comenzó a crecer con absoluta independencia de la persona, madurando a una velocidad mayor que su creador, dándole la fuerza y decisión que jamás hubiese conseguido por cuenta propia. Frente a la avasallante avanzada de su alter ego, el sujeto real fue relegándose a un costado, permitiendo no sólo que su invención tuviese pensamiento autónomo, sino que tomase las riendas de su completa existencia. Lentamente, la persona fue abandonando la obligada realidad donde tenía que vivir y el personaje se encargó de armar la irrealidad para satisfacer un ego demasiado presente y necesitado de aventuras. Al momento de la división entre real e irreal, entre persona y personaje, entre vida y sueño, el humano de carne y hueso que cargaba con tales ambigüedades, era sólo un niño. Un pequeño capaz de desmembrar la vida en fragmentos y utilizarlos según la conveniencia, pero un pequeño al fin. Aún no conocía al mundo que lo rodeaba, sólo llevaba una vaga idea de él armada en base a más odios que amores y más frustraciones que alegrías.
El personaje ficcionado creía ser capaz de cualquier tarea, creía con fervor en una superioridad sobre todos sin parámetro ni coherencia, creía en sus palabras como las verdades más absolutas y certeras, todo lo contrario a la persona que era incapaz de levantar la vista en público por miedo a la humillación o el completo desinterés ajeno.
El niño, de manera inconsciente, ganaba valor para afrontar el complejo mundo que lo absorbía gracias a la capacidad de hacer hablar a su ego antes que a su personalidad, parecía que en poco tiempo estaría listo para abandonar completamente todos los frenos que se auto imponía y podría lograr vivir en su idílico mundo de ensueño, rodeado de las mentiras que él creía verdades.
Pero sin aviso previo, el niño creció. Y junto a las confusiones hormonales clásicas de todo preadolescente, llegaron confusiones más complejas, propias de un sujeto que no quería entender donde estaba la separación entre real e irreal. Antes era relativamente fácil vivir en un mundo creado por completo en la imaginación -donde él era dios, rey y mejor habitante al mismo tiempo- si las tareas más difíciles de llevar en la realidad eran soportar a una madre promiscua y odiar a otros jóvenes sin razones en particular. Pero en el momento de salir al mundo, de vivir las reales experiencias que marcarían y determinarían su ser, la persona se encontró con la mayor contradicción de su vida. Resultaba que esa vapuleada realidad no era tan terrible como él quería creer que lo era. De ser un niño solitario y amargado, pasó a ser un joven con amigos, amargado aún, pero capaz de reír por cada situación. Porque su realidad estaba llena de absurdos momentos y bizarras compañías que superaban a su mentira creada.
La aparente fácil solución que se le presentó no lo dejó conforme al instante. Descubrir que todas las posibilidades inventadas por su florida imaginación eran sólo una herramienta para escapar de la cotidiana realidad de su hogar lo hicieron sentirse hipócrita. Todos aquellos sueños no eran más que una inconsciente manera de destruir la enseñanzas y marcas que su familia le dejaban, nada más necesitaba salir afuera, necesitaba compartir sus penas con otros iguales a él para sentirse pleno con la realidad que le tocaba por azar. No es que de un día para el otro empezó a amar a sus prójimos -no está en él ese sentimiento- tanto como a sus vivencias, seguía considerando pura mierda a cualquier individuo que se le cruzase, pero no podía encontrar una excusa para abandonarlos y volcarse nuevamente a una fábula porque sin saberlo, todos aquellos que lo acompañaban, le daban más satisfacción que la soledad auto impuesta.
El joven, sin embargo, no perdió su coherencia. No pasó que de un día para el otro dejó de usar su cerebro para volcarse plenamente en las reales vivencias diarias, no pasó tampoco que abandonó el deseo incontrolable de destrucción y lo cambió por un insensato estado de paz y amor, de haber sido así significaría que el sujeto que alguna vez fue ya no existiría. Y puedo asegurar que aún está presente. Pero a partir de esos años la apuesta se transformó, si la realidad podía volverse amena, o al menos divertida, debía tener la característica de estar siempre mutando, porque ante el primer indicio de rutina, se aburriría y entonces volvería a su estado de introspección y ensueño. Así se propuso vivir de la manera menos previsible, jugándose a cometer todos los errores posibles, haciendo todo mal y cagándose en absolutamente en todo lo que pudiera repercutir. El futuro estaba lejos, por el momento sólo debía preocuparse por hacer del presente una realidad tan insensata como la mentira que siempre soñó.


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Vivir solo cuesta vida


Cada persona carga con sus vacios difíciles de llenar; existenciales, sentimentales, físicos o de cualquier otra índole, y todos están y hacen ruido dentro de uno. A raíz de ello se busca la manera de ocupar ese agujero negro de diferentes maneras, como los hombres de pito chico que compran autos grandes, o las señoras cornudas conscientes que sacrifican su orgullo por unas vacaciones en algún hotel de varias estrellas. En ambos casos, bienes materiales para justificar falencias. Pero también existen huecos que no se llenan con objetos, porque nacen de la duda misma de la persona -tal vez el vacio más común entre los seres humanos- por eso la religión existe y es parte de la vida cotidiana, para justificar lo injustificable, para regalar una solución barata y simple al mismo sentido de la vida.
Decidido a no creer en un dios de caricatura ni en fáciles respuestas para entender mi persona, comencé una búsqueda interior sin rumbo fijo. A causa de una imagen religiosa demasiado profunda en mis vivencias diarias, sentía que el oscuro pozo que me abarcaba se debía a la falta de una imagen santificada, a una persona a la que le debía mi lealtad y gratitud, tal como veía que los devotos lo hacían, volcando toda frustración así como agradecimiento a una figura invisible que nunca respondía, salvo que uno se convenza de lo contrario. Pero siendo yo el sujeto que buscaba, esa tarea no fue fácil. El concepto en si era totalmente contradictorio a mi deseo de destrucción e indiferencia al mundo real que nos rodeaba, encontrar una figura lo suficientemente grande y abstracta donde enfocar mi fe requería prestar atención a lo que sucedía, a escuchar y entender los mensajes que flotaban en el aire. Demasiado complejo me pareció en el momento -o sólo desgastante- razón por la cual al poco tiempo de búsqueda espiritual, me frustré como tantas otras veces había hecho con otras metas. Volvía a sentirme solo como siempre me había sentido, desesperanzado, y obviamente, vacio. Al igual que todas las veces anteriores donde abandonaba la tarea antes de empezar, me volqué en el cine para olvidar los dilemas existenciales, tal vez con una leve esperanza de encontrar allí la respuesta a la pregunta que nunca hice, como otras veces sucedió. Pero esa vez no pasó, no sentí que hubiese la suficiente cantidad (¿de qué?) para hacerme sentir en paz.
El error que en ese entonces no visualizaba estaba en que continuaba buscando una respuesta para mí solo, un dios personal que me hablara personalmente y viviera exclusivamente para satisfacerme, cuando en realidad necesitaba pertenecer, esa era la respuesta a la duda existencial. Todos quieren pertenecer, ser parte de algo más grande que ellos mismos, pero yo no podía darme cuenta de esa solución porque era directamente inversa a lo que creía correcto, la soledad y el aislamiento. Tuvo que pasar sin notarlo para llevarlo a cabo.
En las tardes perdidas de Parque Chacabuco fui gestando un amor idílico hacía la música, la imagen y el mito de Patricio rey y sus redonditos de ricota, sin caer en cuenta al principio que todos mis amigos y conocidos a mi alrededor también lo hacían. No se trataba simplemente de la constante banda sonora que nos acompañaba a cada hora, poco a poco se fue metiendo en nuestras vidas como… el dios que nos hacía falta. Empezó con la compra de los viejos discos, después fueron algunas remeras hasta el punto de no tener ninguna que no tuviese la cara del Indio Solari estampada, aparecieron las toppers, los morrales y los pañuelos sucios. La suma de horas escuchando los temas y tratando de entender las metáforas ricoteras, deshaciendo estrofas y encontrando pistas para acrecentar la leyenda que adoptábamos se habían vuelto normales, era la manera en que nosotros perdíamos el rato. En el medio, los redondos sacan su anteúltimo disco, último bondi a Finisterre; por mi edad fue el primero que compré el día que salía a la venta, y a pesar de no ser el disco más querido para el exigente público redondo, viví la emoción de reservar un ejemplar una semana antes para en el día de lanzamiento esperar ansioso a que la disquería del barrio abriera sus puertas. Luego llegaría la confirmación del fanatismo con el primer recital al que puedo asistir, Racing en el año 1998, y aunque aún no me daba cuenta, ya pertenecía completamente a una tribu, era parte de una fauna tan reconocible como lo es la ricotera, y Carlos Alberto Solari se posó en mi altar falto de santos para convertirse en el relleno de mi vacio. Y así le prometí fidelidad a mi nueva religión, fui sumándole todos los aspectos que se requerían para pertenecer de la manera debida, desde la ropa ya mencionada, pasando por la actitud de vagancia, el cartón de vino de un peso con jugo en polvo, los porros a la noche en el parque, la mugre corporal, el flequillo recto, las ganas de un tatuaje explícitamente ricotero (suerte que era tan pobre), el odio a los Ratones Paranoicos, el fundamentalismo anti chetos y todos los viernes y sábados a la Reina de sarmiento. En realidad, primero caímos en la última etapa de La Negra en Flores, un antro como pocos, donde un grupo de mocosos como nosotros veíamos a viejos trasheados reventarse hasta el desmayo, bailando rocanroles desaforados junto a sus minitas culonas con calzas coladas hasta el intestino, y alcohol, mucho alcohol y actitud de desinterés. Al poco tiempo que empezamos a ir a la Negra, cerró sus puertas para siempre, de ahí toda la fauna se mudaría a Sarmiento 777, el sótano clandestino donde funcionaba La Reina. Y ahí hicimos hogar yendo cada fin de semana, viendo las mismas caras y escuchando los mismos temas en el mismo orden cada noche. Los personajes clásicos, como el enano que siempre se embriagaba y bailaba hasta que las luces se prendían, que varias veces cayó de bruces al suelo por la borrachera, regalándonos a los presentes una carcajada valida. O los integrantes de Villanos que siempre pululaban por ahí con cara de pelotudos, o la stona ruda y grandota que todos creíamos tortillera.
En el momento no me daba cuenta que pertenecía, no creía ser parte de un montón igual. Creía que seguía siendo único. Tal vez, de haberlo descubierto en el instante hubiese renegado al respecto, pero al ser inconsciente cada día me potenciaba más. Así trabaja la fe, calando en silencio y sin aviso, porque en el momento menos pensado se hace la hora de la misa y uno no puede faltar, sino el dios se enojará. Para algunos será el domingo a las ocho de la mañana, para otros en el fin de semana a la medianoche. De todos modos, dios estaba presente y yo lo escuchaba.

martes, 17 de mayo de 2011

Hernan Contento

Intensidad

Los tibios brìos de noviembre anticipan embriagadores perfumes
atribuidos originalmente a la próxima estación.
El relajante tono asociado al poder curativo, oficia de telòn de fondo;
desde èl emergen la pureza, la dulzura, la inocencia, plasmadas en el jazmín.
La azalea insolente despertò ya, purpúrea, dòcil en impúber septiembre,
mientras el durazno presuroso coronò de rosado, transmutando en
diciembre de matices vespertinos.
El fulgor de enero regala intensidad, la tierra sedienta clama,
en su voraz azote, desde lo alto, febo implacable reluce sin dar tregua.

***

Y llegará...
Resplandeciente en anaranjados devocionales rumbo al poniente.
Nacerà al alba con la tibieza del pan,
al desplegar su blancura láctea
sobre la inmensidad de la
llanura.

Resonará al son de una melancólica milonga
o en el brinco enérgico de una Jota.

Se fundirá en lo cotidiano, en las pequeñas cosas,
entrelazando sueños que despertarán en palabras.
Será burbuja dorada en madrugadas de risa y celebración,
transmutando al instante en mandálicas volutas suspendidas
en vigilias de ansiedad.

Buscará su espacio, su sitio,
su tiempo en el regocijo del encuentro en la quinta luna;
la distensión junto a la gente necesaria
para nutrir el cuerpo y preservar el alma.

Su instinto felino la guiará por el sendero,
resguardándola del acecho de furtivos implacables.
Se cobijará cercana a su fuego interior,
al avivar la llama que iluminará
su mente en anhelo de claridad.
Arribará...
Sutil silueta susurrante en flotación
impulsada por el pampero en liviandad de ave,
envuelta en pluma,
fugaz,
vivaz,
etérea.


***


Abril me encuentra navegando hídricos ocres, inmerso en la legendaria Santa María del Buen Ayre
devenida en Venecia Subtropical.
Dejo por un rato el timón de la carabela; retomando mi afición por la escritura como medio para
arribar a buen Puerto. Una vez en tierra firme, comienzo mi travesía con la intención de hallar el
bien mas preciado, reflejado en el espejo de otro ser...
Que dicha despertar y encontrar por las mañanas, antiguas botellas encalladas en la orilla,
con buenas nuevas escritas en virtuales pergaminos procedentes de una remota isla cósmica,
advirtiendo que la luna encarnó en mujer, brindándose plena de alboradas fecundas.

El tinte anaranjado va cubriendo cada uno de los rincones de este terrón, acorralado entre
grisáceas murallas que le han ganado espacio al pedacito de vida que se abre paso, buscando
ingenuamente la tibieza que febo le otorga cada jornada.
Qué es el amor sino calor?, qué es el amor sino dolor?...solloza el príncipe incoloro ante la ausencia
de su doncella añil, que ha decidido salir de gira por la galaxia.
Tal vez el cielo insolente le dé una respuesta a su interrogante, quizá el cauce del espléndido estuario acaramelado le permita flotar, trasladándolo hacia otras playas al resguardo de sus emociones.
La transición estacional agudiza los sentidos a tal extremo que las mas diversas sensaciones se prenden al alma como volátiles abrojos, instalándose estratégicamente en el sector mas proclive al estallido.
Arroyuelos de nácar trazan su inevitable camino, atraves de esmeraldas diurnas, zafiros crepusculares materializando el anhelo del reencuentro en el dulce manantial, mas allá de la tierra prometida.

***

La primavera se anticipa como un tiempo de cambios positivos, donde las cosas tienden a ordenarse.
El frío comienza a ceder y el renacer de las flores en su estampida multicolor nos brinda una magia desbordante en la que aromas sutiles nos embriagan con su nectar.
Las mariposas despliegan sus alas, lanzandose libremente sobre los prados que reverdecen ya; en sus matices se advierte la tibia fuente que inspiro al pintor mas sublime, quien visualizara los tonos apropiados a la hora de cargar su paleta.
Un errante colibrí merodea el jardín y en su sinfin aletear se desplaza vertical, para nutrirse del dulce tesoro escondido en el corazón de la rosa oriental, que se abre lujuriosa en ardiente carmesí.

Mariano Maranghello

66

Adormecido en la quietud de los nudos, seducido por señores y quimeras, desnudado en sueños y liturgias.
Busco ahora sobresaltos pretéritos y no hallo eco en el silencio.
Mi garganta explota en suspiros pretensiosos, pero el tiempo arañando mis tobillos me obliga a arrastar los pies.

Sinonimia


Iridiscencia. Cataplasma. Parche. Sutura. Ambigüedad. Sopor. Letanía. Encierro. Milagro. Carne. Obscuridad. Lamento. Guerra. Estigma. Nostalgia. Marca. Sostén. Mordaza. Lugar. Tiempo. Recorte. Pus. Retazo. Empalme. Respiro. Suspiro. Albergue. Guarida. Refugio. Shelter. Mar. Amar. Dejar. Saber. Contar. Atar. Matar. Reptar. Bajar. Tantear. Manosear. Seducir. Acudir. Impedir. Retener. Abstener. Respetar. Caricia. Figura. Contraluz. Santidad. Mugre. Despojo. Respuesta. Admiración. Soledad. Desencuentro. Despedida. Oblación. Sacrificio. Demanda. Deseo. Necesidad. Figurabilidad. Imaginarización. Castración. Frustración. Privación. Negación. Metaforizar. Superponer. Adosar. Amontonar. Despilfarrar. Incomunicar. Perfidia. Dislocación. Disputa. Perdida. Sideral. Astral. Cósmico. Solar. Nebular. Infinito…


répétition


Tu voz se me pierde en rincones de olvido…
Tu mirada retorna con humedad y nostalgia…
Trato de llamar a la prudencia pero no puedo evitar romperme, no puedo evitar caminar deshecho hacia horizontes de pupilas negras, enfrentando la necesidad de perdonar al deseo de ser culpable…
Sometido a la rítmica del hastío y la costumbre…
Arrastrado por la marea amarga del tiempo y la caducidad…
Presentando batalla a la tibieza falsa de tu piel, a la mentira que asecha entre tus pies de barro…
Sin embargo tu evanescencia significa para mí la eternidad…
Y caigo una y otra vez en recordar tu olvido y perdonar tu ausencia…


Duermevela

Una luz diluida en fractales y un canto lastimoso que brota de mi cabeza. Unas manos ajenas me sueñan en bosquejos. Cansado mi silencio de no escucharse gritar.


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Me orquesto en la solidez del hierro, y consecuentemente me enfrío. En la rigidez misma en que me pierdo no puedo más que romperme. Caigo en fractales, me deshago en fragmentos.
Suspiro en la ausencia de las gracias, y no hallo conforte en las pléyades, ni regocijo en las caricias de las ninfas. Sólo reconozco el peso de las Horas y el ritmo descarnado en el que marcan la prosecución de un tiempo, mi tiempo.
Tiemblo con los pasos de las moiras que se acercan burlonas agitando tijeras. Consortes dantescos de un partenaire de aire.
No puedo negarme a la bestia habiéndole ya entregado el miedo. Y me dispongo a una danza de hastío y niebla. Prolongación de un instante muerto, indefinido, que enciende un goce de náusea y oblación.


Tempo

¿Cómo detener al tiempo que se escurre? ¿se escurre? ¿no será acaso que nosotros nos escurrimos del tiempo, que nosotros nos volvemos cada vez mas infinitos?
¿Qué sentido tiene detener el tiempo? ¿no es acaso detenerlo perdurar? ¿no es acaso detenerlo recordar? ¿no es acaso detener el tiempo brindar por los que no están? ¿no es acaso detenerlo llenar el espacio de recuerdos?
No nos volvamos de piedra. Cero es el tiempo de transición, seamos entonces de humo, fluido y escansión, seamos marca.
Reptemos y explotemos.
El tiempo es, y no puede nunca dejar de ser
…en eso nos parecemos a él


Dulce resignación


Y yo que no quería morir...
y acá me vez...
agonizando mi suerte tras tu partida.
Que vida la mía!
...un puño electrificado de nostalgia se posa sobre el beso que te di aquella
madrugada de dolor que nos quebró al medio como si fuéramos nada...
nada pero juntos...
y ¿ahora?...
separados
por
matices
violáceos de amargura,
angustia tornasol,
y aguijones empapados con el sabor de la hiel,
con el olor de la miel.