miércoles, 23 de noviembre de 2016

Karina Rodriguez


La casita



volver a la inocencia queremos
anidar la casita
creer en ella, como en un vientre materno
era el propósito de construcción y resulta que no alcanza

Ella se fue
(qué lugar seguro es el pasado)
No volverá
(otro espacio de confort: el abandono)

vamos creando refugios con felpudo y perro
pero refugio también es cárcel
y no somos tan cobardes
todo lo ideal huele a carne podrida
nada de eso se parece a la sed
deberíamos elegir la ingratitud del infierno


Redención y condena


la época de los entusiasmos superficiales 
terminará
algún día van a destrozarnos la mirada
dejarán nuestros ojos ciegos
cuando eso pase
no nos quedará otro camino que el de la intuición 



Llueve sangra llora


I
Como era en un principio ahora y siempre
una mujer sangra y llora
cuando en la sangre va el hijo.
El dolor es suyo y nada más
aunque la sala completa la mire pasar con recelo
aunque mujeres sentadas la miren pasar con tristeza
y el médico la mire también.
Como un código cifrado entre ellos.
El mundo sigue el dolor sigue.
Suyo.
Mientras espera al otro, al que dirá sí o no
al que dirá la diferencia entre la vida y la muerte.

II
Hacer un paquete con el dolor,
tirarlo al mar,
que se lo lleven
el agua el viento o el olvido
que se lo disputen ellos,
se lo repartan,
lo rifen o al final naufrague, no importa
pero que se vaya.
Tantas posibilidades distintas y él acá,
demonio emputecido:
un ladrillo en el pecho. 


III
Vuelvo y llueve por Palermo
las botas de cuero en los días de lluvia pesan más,
las penas también.
Humo gris del asfalto
como de pan recién hecho.
Digo, estoy diciendo: Yo fui Ella
porque si digo el dolor se va, como si fuera piel muerta.
Habría que hacerle un torniquete al cielo
para que pare de sangrar.


La noche


boca ojos pozo tierra
y hasta puedo decir tumba
soplo las miguitas húmedas que se meten en mis ojos
cara al cielo la noche se ve de otra manera
se esquiva la soledad
las distancias aparecen accesibles
pendientes
pero accesibles
llenas de pudor de gracia y savia las nubes se amontonan
una manzana robusta de un gris decolorado se desvía del grupo
va hacia lechos dudosos
No encuentra su sitio de manzana perdida del rebaño
navega entre las otras
sola
Yo soy un faquir en una cama de clavos
siento la humedad de la tierra roer entre los dedos
adentro
de mis uñas rotas de mi boca rota 
en la ficción de la noche

me digo que los muertos no pueden ver el cielo