sábado, 18 de febrero de 2012

Acsel Conenna

Vos

A Vos: tratá de relajarte pensando que soy quien puedo y vuelo despacito, piano piano y poco a poco, limpiando en los domingos las miserias de abundancia




De Vos: otra vez lo mismo. Repetimos palabras, revivimos frases y nos abrazamos en los versos lindos de la vida. Pero otra vez el perro inspira un pero; se avispa en la ventana mirando su corazón entero, salpicando muebles que faltan por sorpresas que sorprenden, en calidad de serlo para ayudarnos a construir de a dos, un espacio para tres y viceversa. 




A Bos: Mal escrito. Deberías primero pagar la deuda de tus cientos para creerme vivo y viváz más allá de mi femeneidad absoluta, que muestra un poco tu deseo de ser oscura y atravieza otras la carcaza que me deja solo por impulso natural de mi masculinidad hecha genio.


******



A veces...

Amanecí
con el futuro entre mis manos.
Soñando que somos chispas
de un destino 
distinto
que crece con la lluvia
de una noche dominguera
que dejó cargando
en los cajones de tu cama
un aroma de mujer perfecta.

Me gusta tu cuerpo al mediodía,

reposando sobre el mío, 

haciendo de ésta unión

tu vos en mí...
y 

a veces.....


********

Señal


·Quería contarte
que:
hoy los vientos fueron reales por ser martes,

que:
la nube que dejó pasar al sol comió helado
 y
que:
mis rizos están contentos de estar ahí arriba.

También hablé con un sueño y me dijo 

que:
sólo sabemos lo que sentimos, 

que:
lo virtual es invisible a los ojos y
que: 

si el corazón bendice hay que hacer caso.


*********

Invierno


Amanecí soñando
con el fruto del futuro.
Despertando verbos
que traen noticias pasajeras.
Imágenes de un inconsciente
que proponen un presente
tan real como los ojos
de un rostro bien guardado.
Mi pensamiento,
lateral como el latido
de un corazón absurdo
que además de vivir
en una prosa eterna
de ideas bastas
donde la sensación,
intuición, el costado
y la efímera
mermelada que dejó
otro Dios
en mi habitación,
hacen de este día
un hermoso
invierno pasajero.


******

Soledad de Ser


Todos, en esencia,
somos el mismo ser.
Una voz
que reconoce
en sueños
nuestros deseos más íntimos,
encerrados en un cuerpo animal
que respira agua y bebe aire,
cambiando con el fuego
las transformaciones de la tierra
para sentir que existir y pensar
van de la mano en este largo camino.


Despertar en estas letras es raro,
la vida y su curso también.
Pero el todo, proyectado en la nada,
llenará de días los siguientes y
así sucesivamente…


*********


Oda Romane


Hoy el título
es otro
y al revés.
Soñé despierto
y extraño
tu sonrisa
matutina
que propone
fuego
a mi viento.
Hablo
en tiempo pasado
y escribo
en tiempo presente
sintiendo
que
todos los caminos
conducen a nosotros.
Una siesta descansa.
Tus manos
me recuerdan
y mis pieles de cordero
nos
convidan
con madera y bosque.
Quiero ser quien Soy,
quiero ser
el dueño de este sueño.
Amado bajo el agua
de tu siesta,
tibia,
móvil
y dormida.


**********

Pienso, luego escribo

Por eso pienso
y luego escribo.
Callando la voz
de Vos
que dice que soy yo
aquel que somos
y viceversa.
Y si ésta
alegría
que abraza mis soles,
sabe tanto
a mar y viento
que la libertad
generada en otros
es tan disfrutable
como
la idea de sentir que:


(estamos en problemas)

jueves, 16 de febrero de 2012

Emiliano Llere

Mínimo, creo

Un mínimo acto creativo
que vacíe mi lleno llenando mi vacío.

El mínimo, solo eso,
para que me crezcan peludas y pegajosas patas.

Un mínimo acto creativo
que cuando deje algo no me deje.

Ese singular acto de fe
donde lo cotidiano es una canción gloriosa.

Por ese mínimo acto creativo,
entonces, exhalo la plenitud de mis montañas.

En aquel acto de fe y amor
que logra sellar los sueños a brotes de sangre roja.

El mínimo, maravilloso y creativo acto
se convierte en piecito para saltar la cerca,
infranqueable estructura,
soñando intensamente, vibrando el próximo paso.

Ese fundamental acto de fe
que despierta al sol de su somnolencia.

Por un mínimo acto creativo
desvelan los amantes hasta amaneceres púrpuras.

Como mínimo,preguntan,
¿Por qué levantarse todas las mañanas?



********


Luz (de mierda)

Oscuridad, que derramándose rítmica
me abriga y no me oculta.
Soledad, que acariciando mi lenta alma
me pertenece y me usa.

Luz que uniformas los rostros
¿no comprendes el resplandor desesperante
de estas estrellas de hielo,
que reflejando la insensible danza marina
a la luz de la llama agonizante de nuestros sueños
buscan brillar cada vez mas?

Si te sueño me muero y si no me ahogo.
Así pues, da igual ser parte o no de la misma mierda,
ser barro o hierba, ser pájaro o lombriz,
resplandecer o liberarme, explotar y apagarme.
Y volar, sobre el deshielo de cada amanecer,
hacia el nido mas cercano del fénix
o tomarme un bondi para volver a casa y empezar de nuevo.



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Hermosa

¿Dejo salir este poema?

Vacios libros, leídos para no dormir,
sentimientos amontonados, palabras huecas.
La ceniza en la puerta del corazón,
que es rojo como el infierno,
no deja bombear la vida.

Tarde gris. Llueve en San Martín.
Mis sentimientos (grises) se apilan en un rincón
y para no dormir leo a un poeta dormido
que buscó en la gran niebla del lenguaje
la luz que lo iluminase.
Y su camino ni parecido al mio por tanta falta de coraje.
Y su camino tan parecido al mio por tanta falta de amor.

Y tú, luminosa,
rebelión del alma,
total, como el alba,
hermosa.
Amanecer de toda vibración y vida
lejana, borrosa a mis ojos,
esquiva a mis sentidos.

Y un camino, todo mio,
que a tu desencuentro lleva.
Camino de olvido,
de gris ceniza,
de lluvia gris,
de poetas dormidos.
Un camino, todo mio.


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Inspiración mutante

¡Por suerte pero no por siempre
las cucarachas destripadas gozan de buena salud!

Erguidas sobre sus vientres
se elevan;
y, con el don que dios les dió
amanecen inmensas.

Solo un sol mutante y negro,
desde aquel paladar,
revela el sonido primero
que anestesia el tiro y la caída.

En ella tus pies son mis pies.
Pero tu cabeza
(tu cabeza y también la mía),
sus patas.

Fabian Garcia

La carne cubre el hueso con más o menos éxito

O decoro

Y el tema nos convoca interminablemente.

Respiramos la carne,

la compramos, filmamos,

la marcamos, mordemos,

la mutamos, hablamos,

de sus dotes hasta diluirla.

La desgarramos en nombre de cualquier tontería.



El hueso en tanto apuntala en sombras

Para que la comedia siga lastimándonos

Y nunca sale a recibir aplausos.

Hilo del títere,

el hueso es verdadero,

por eso nunca tendrá buena prensa.





Ni será blanco hasta no liberarse.


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Mi soledad no es mía:
este dolor es parte del estruendo ambiente
tanto como el vocalizar interminable de los otros
o el odio presente hasta en los abrazos.

No estoy ahí, pero mi oscuridad se empaca.
Ya probé con linternas y velas, sin éxito.

De cortar por lo sano miraría al sol.
Pero no me fío de mis propios ojos.

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Hay una hormiga negra sobre la pared blanca
Viniendo y yendo
En busca del sendero que la lleva a las suyas
A la tierra labrada en la que se guarnece.

Pero es un muro lo que transita ahora
No hay tierra, ni siquiera polvillo
Porque lo desinfectan todas las mañanas.

No hay hojitas para transportar
Ni antenas hermanas a las que pasar datos.

Aún así la hormiga sigue arriba-abajo
o en círculos tratando
de volver tierra lo que pisa en vano.

No es la única en su lucha.


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Anoche las moscas se tomaron el agua de los mares
Hoy los peces se hunden en el barro y mis hermanos
Les arrancan los ojitos brillantes
Porque los creen premios a su esfuerzo.

Yo camino entre ellos:
Pisando a los muertos desojados
Me alejo de la fiesta barro adentro.

Si lejos de la costa el mar fue mas profundo….

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-Estas viejo y mas gordo- dijo el pájaro desde el patio, mirando con desdén al gato, que reposaba dentro de la casa- ¿Que fue del cazador aquel? En otra época, ya habrias tratado de matarme.
Desperezandose, el otro respondió desde la sombra:
- Eso es muy cierto, no soy el cazador de antes. Ya no podría saltar y alcanzarte. Dejé, además, de recorrer lo que fuera mi territorio. Prefiero descansar en mis recuerdos.
-¿Y se parece-dijo el pájaro, dando saltitos de baldosa en baldosa- en algo el placer de la remembranza al de la caza?
- La verdad es que no. Pero es de gatos sabios aceptar el declive - contestó el gato, viendo desde la sombra avanzar hacia el patio a un gato enorme y joven- De todas formas, en lo que a vos concierne, te informo que en la vida no hay papel sin intérprete. Jamás queda vacante un territorio de caza.
La ultima frase la dijo para sí. Ya habia muerto el pájaro.


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miércoles, 15 de febrero de 2012

Jorge Curinao

RESEÑA BIOGRAFICA:

JORGE CURINAO nació el 3 de mayo de 1979 en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. En el año 2006, su obra Sábanas de viento (poesía), fue elegida entre 16 trabajos, para ser publicada en la Selección Mi Primer Libro, evento organizado por la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Río Gallegos. En 2007 representó a la provincia de Santa Cruz en la XXXIII edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En 2009 publicó Plegarias del humo y en 2010 Cactus. Ha sido incluido en Peces del desierto, plaqueta literaria que reúne a artistas y poetas de la patagonia argentina.




NACIMIENTO



Entrar al mundo

por la puerta más pequeña:


cuestión de todas las noches.



SÁBANAS DE VIENTO


La lumbre de dos cuerpos

en un cuerpo.



SEÑALES DE HUMO



Quien cruza esta plaza

espera versos que jamás llegarán.


Por eso San Martín señala el horizonte.



EXILIOS


Arrástrame

hasta el umbral de tus pasos.


Protégeme

hasta el silencio que dejan mis lágrimas.


Bendíceme

hasta el próximo encuentro.


La distancia entre nosotros

sigue siendo el hombre del traje gris.



- Del libro SÁBANAS DE VIENTO (2006)


TIEMPO


Hablo del fracaso

del poema

de la resurrección de las palabras.


Hablo del silencio

de las cosas que no existen

de un corazón enjaulado en un jardín.


Hablo de la música

espacio privilegiado del ausente.


Hablo de mí.



ABANDONO


Un perro

cruza el puente

a las 3 de la mañana.


El último gesto de la noche quiere huesos.



FIN DEL INVIERNO


Y si uso camisa.

Y me pongo corbata.

Y me descubren.




NADA



Todo y nada es Historia:


el sol partido,

la triste crónica del pájaro atropellado,

el mozo sin idioma,

las piedras del sueño,

el oleaje del vaso lavado,

las nubes sobre los muros,

las sombras que pueblan los días,

el zumbido del cansancio,

el mudo enojado con el mundo,

el azar del sepulturero,

el testimonio desamparado de las madres sin techo,

el florista de las mañanas,

el recolector de vestigios,

los mensajes para nadie.


Sin embargo,

en la piel de las estatuas todo es mentira:

gloria perversa que corre sobre los calendarios ciegos del tiempo.



- Del libro PLEGARIAS DEL HUMO (2009)




PLAYA


Mi voluntad de ser traiciona al día.

Estoy parado al fondo de la noche.

Hay pobres atando sogas.




PAISAJE


A veces

a mí también me quisieron.


Era verano

y un pájaro golpeaba desde afuera.



HECHIZO


La muerte se sienta al lado

y me dice:

te ves como recién nacido.



BALADA DEL BUEY SOLO


Me recuerdo saliendo por los desiertos

y encontrando rostros que no eran míos

rostros que no fui


¿cómo no pude acostumbrarme a los rostros?

¿cómo no pude acostumbrarme al paisaje?


debí ser fuerte como un sueño de metal

para que no se duerma la espera

para decir una frase verdadera

para decirme un canto como un animal


quiero decir:

la casa ya no es grande

los niños no están

necesariamente no están


en este instante

es más terrible la belleza del mundo

así

sin fantasmas que alimentar

sin sueños cayendo en el desierto

sin ventanas

rostros de mí.



- Del libro CACTUS (2010)



LIBROS PUBLICADOS:

- Sábanas de viento (2006).

- Plegarias del humo (2009).

- Cactus (2010).


CORREO ELECTRÓNICO:

jorgecurinao06@yahoo.com.ar


SITIO WEB:

www.jorgecurinao.blogspot.com

Andres Lewin

COLORES

El poeta quiere ser poeta
busca precisión en sus actos
la imagen que da frente al mundo.
Por eso es ardua la tarea
de elegir los colores.

En la mirada están los matices
no es lo mismo el verde del dinero
que el del árbol creciendo entre las rocas.
Ni es el mismo el azul que congela
o el del agua cristalina.

Hay quienes prefieren amarillo
el amarillo del semáforo que anuncia
que hay sol por las mañanas.
También están los pasionales
que a veces no distinguen
la sangre propia de la ajena.

Sería más simple la mezcla
los colores unidos de la moda
la wiphala.

Pero aquí estamos
en otra mañana más
con la ardua tarea
de combinar los colores.


****

EL VIENTO QUE TODO EMPUJA

Que lindo
es sentir que el viento

de nuevo
te empuja hacia adelante.

Pasa muy de vez en cuando
y puede darse

por cualquier
pequeño detalle.

Puede ser una llamada
un gol en el último minuto

o quizá
tan sólo sea

una cara que gira
y mira hacia un costado.


****

VERANO

Treinta y ocho grados
un blues de fondo
estrellas que iluminan
y yo aquí, en la hamaca.

Soy de los que todavía
cierran los ojos y sueñan
pero el mundo, verdaderamente
es de los tadeo.

Tadeo Benitez
veintiseis años,
kiosquero.

Fue al zoológico
se paró en el medio y gritó:
¡ viva la libertad !.
El león fue el primero en romper la jaula
lo siguió el elefante, y juntos
liberaron al mono.
Fueron por la jirafa
y en media hora
no quedaba ni el loro.

Y porque existen los tadeo
yo escribo
escribo con un blues que acompaña
estrellas
hamacas , y claro
también
los treinta y siete grados .


****

EL TIEMPO A DESTIEMPO


Esto que lees
ya fue escrito

y mientras lees
mientras ya es pasado.

Pocas veces
el tiempo se detiene

y es ahí

cuando el cuerpo y la mente
bailan el mismo ritmo

es ahí cuando ríes.


****

LA VIDA ALEGRE

Alegremente alegrando
a los alegristas de la alegría alegre

cantando canciones que cantan
los cantores de la canción perfecta

bailando bailes que bailan
los bailarines del baile sagrado

soñando sueños que los soñadores
soñarían alguna vez soñar

o riendo como se ríen los que buscan reír
como sólo saben los que ríen.

martes, 14 de febrero de 2012

Hado Navarro

Fragmentos de: "SUICIDIOS DE JUGUETE".


DESBAUTISMO

Cuando escribí hasta ser imposible
me dijeron que era inútil.

No alcanzó
que haya dado hasta mi dar.

Sobreviví a que sólo mi muerte
no me revelase nada.

Soy mi declaración del caos vacío.



***


EL CANTO VERTEBRÁNDOSE


Gateo marcial
para hacinar el vacío
hasta mi miedo.

Un nombre pellejado
para que lo pueda acariciar.

Que no sea un embrión de espantapájaros,
ni la noche suturada a mi grito,
que no lleguen hasta mí
los perpetuos murientes
para decir que
mi patria es el desencuentro,
mi cita, un vagar
como errata de la vida.


***


IMPERFECCIONO A LOS DIOSES

Nací violado
por el mesiazgo del mundo
que no puede
contra mi era fijada, la mía sola:
cumplir mi juguete indeseable.

De lo innato, perdí todo.
La estampida perpetua de orfandad,
el azar de que haya un horizonte
hasta el último sentido de vivir,
el suicidio
y los garabatos de la buena suerte
que me maquinaba por desatesorar
delante de la noche.

Me rindieron mis palabras.
Me rindió la muerte.
El destino me rindió
pero yo no me rindo.


***

OVULANDO CONTRA EL INFINITO

Que no pueda evitar
que el mundo se suicide con mis manos
y que el día a la vez
abriéndose y cerrándose
nunca termine de inmortalizarme.

En toda una vida postrera
me desvivo
para que morir no sea mi rendición
y, a través de los juguetes de los juguetes
encuentro el camino a mi hogar,
en el que nunca viví
ni voy a vivir.

***

INSPIRAR UNA AUSENCIA

saber de memoria todas las palabras
pero nunca comprender ninguna
pero siempre sentirlas


***


CORRIENTE SIN DESTINO


Todo mi océano:
mi manotazo de ahogado
a mi manotazo de ahogado
a quién está más hundido
para emerger en el fondo
y desfondar el vacío infinito
para la brazada absoluta
que encalle al mundo
y ser océanos de gotas en rompiente,
marea puntada,
desbitácora de la eternidad.


***


SUICIDIOS DE JUGUETE


Todo juguete siempre se parte
en varios juguetes nuevos.

La noche rota
en el secreto y lo fugitivo,
mi secreto partido
en el suicidio y el juguete irrompible.

viernes, 3 de febrero de 2012

Alberto Gagetti

Fragmentos de: infierno en Tokio


**********


después del naufragio celeste


en la proa del bote dado vuelta


allá voy ahí veo la valija con mi nombre


y hacia mi nombre por defecto voy


como los fieles a su fábrica


constato el estado de desastre


cabeza abajo cortando la amargura


el infierno es un compacto mar




no importe el modo he dado una vuelta de campana


la quilla del bote reluce en un instante sempiterno


el mástil me ha salvado de un aplastamiento seguro


ante el embate de las olas no debo envanecerme


hago el máximo esfuerzo por estar despierto


Tokio es mi nombre


mis articulaciones sin control giraron hoy alocadas


disparados campanarios nos aturden


muchachas repican en sus yunques


casas voladoras levitan en plazas de pueblos


vestidas de gimnastas del baloncesto




oh musculosas perdiendo agudos estribos


enlazan sus caballos con risas amazónicas


qué risa la risa que las riza


para vestirse de ángeles


estampitas plenas de gracia


no importe el reluciente modo


el infierno está hecho de llanto


las lágrimas ardientes


¿qué clase de juguetes son


a qué derivan?




en un canasto pasa de todo


en nuestro comprimido tiempo


en la compacta quietud


envueltos recordamos


recuerdos y fábulas


de vidas vividas


tan iguales tan distintas


uno es uno y es tantos


como números de serie


y fechas y partidas



mi mente funciona en varios planos


los días ocurren a velocidades desiguales


entre la voluntad que se pierde


y la felicidad que se obtiene


la tierra prometida enamorada



ya no distingo los elementos


en todo me disuelvo


en los ojos de las muñecas con un brazo fuera del canasto


también mis naves se han vuelto cielo


y ahora en tierra giro y me aventuro


montando los pegasos espectrales




un recuerdo del verano y otro y otro


la luz con tanto fulgor luce


que enceguece el oro


por la pasión atesorado





ahora viene la invasión de pensamientos


aquí estoy galvanizado en mi traje de astronauta


bajo un casco de buzo lleno de chubascos


y aguaceros de ondas electromagnéticas


estruendos con visiones de helicópteros


saltando sobre cada molécula el instante


en la calle enormes caracteres laten


desde las teclas de un xilofón


el fluir de los autos se atornilla en el más allá


soy amuleto del hombre sentado allí


mirando desastres artificiales y naturales


luego de la pelota pasa el niño


el niño es el padre del hombre


el niño que el hombre alguna vez fue





ahora es mi cuerpo un inánime revoltijo


en la nulidad opaca de un tiempo sólido


en fila los canastos forman una caravana exhausta por el éxodo


durante la mudanza sólo estamos ansiosos por desembarcar pronto


en un país carente de elementos sin tierra ni agua sin aire


en la compacta penumbra del canasto laten


inciertas sospechas conspirativas posibilidades


pero es sólo otra mudanza


otra suerte de control de calidad


peaje check-in lista de espera aduana de nuestra resistencia


nunca se sabe qué hay del otro lado



la dispersión de nuestros más frágiles deseos


tal vez eso haya, y a un lado y a otro nada


nací en China armado en Tokio


me largaron desde una gran madrépora


después me sacaron de una cáscara


para llevarme ante el perfecto prefecto


controlador de calidad


he cruzado los mares y saltado continentes


a este lado de la tierra todo parece más lento


espero ver un mundo hermoso y perfecto allá afuera


un mundo herido de amor y dolor




de pasión según me han dicho


bajo la luna que alcanzo a ver por las hendijas


el mimbre da leves quejidos, y en la espera


esa luz de afuera


luz de ningún lado


por ahora duele



[.....]


sirena majestuosa


hallaste esa cartera donde guardar alhajas y maquillaje


debo prevenirte que al cerrarla te llevará


a incógnitas alturas tal que un trasbordador


dame entonces tu mano muñeca


antes de incrustarte en el sol


no te rías no deberías burlarte


ya nadie creería en tu canto




camino y el mundo me invade


como a un extraño en tierra extraña


como si fuera yo el remolino


de la corriente de los día que he de vivir


que he de vivir el vacío estos intersticios horarios


estos aplazamientos de un momento a otro


embotellamientos de secuencias esqueletos de dinosaurios


pliegues y repliegues donde el tiempo es cobija


pero que esta luz me abraza


sea posiblemente tu dicha



yo y todas mis accesorias geografías


el ser que habito bajo la piel por última frontera


seré cálido para ti


te abrazaré con toda el alma restante


y el mundo porvenir




ya nunca hablaré en serio ¿qué verso le hago?


O bien ¿cómo lo haremos?


¿como palomas? ¿como pececitos?


¿como el señor de mameluco y la agente de tránsito


¿en la ambulancia con las sirenas encendidas?


¿como si dijeras cómo quisieras que fuese?


¿cómo es que no podemos hablar de aquello de eso y de esto otro?


¿como en las películas sobre músicos entre pianos derretidos?


¿como en las series de Action League?


¿como príncipes de reinos deshojados?


[.....]

Melody Geraldine




Breve reseña biográfica de Melody Geraldine

Melody Geraldine nació en Buenos Aires el 18 de marzo de 1987. Desde chica se interesó por la literatura como otro modo de ver y entender la realidad; de trascenderla. Cursó estudios de Letras en la Universidad del Salvador, Dirección de cine en la escuela Cievyc, y realizó un breve paso por la Universidad de Buenos Aires. En la actualidad se considera autodidacta. Acaba de publicar su primer libro de relatos cortos “Vencidos”, por editorial El Reino. Al momento se encuentra escribiendo su segundo libro de relatos.



Texto VI del libro Vencidos

La cabellera larga debajo de la almohada, la piel clara, los ojos abiertos. Ella no puede dormir desnuda como él. No. Él está tranquilo, ausente, lejos del drama, con los ojos cerrados. Mauro duerme como un niño alborotado que al fin descansa, duerme lejos del mundo mientras ella no para de pensar, mientras piensa y no piensa nada, ella, ella que lleva la paz adentro hundida desde siempre y apenas piensa, ve cómo llegan imágenes sin sentido o recuerda o mira los hombros de él, allí envueltos en la sábana: ese cuerpo de fantasma. Trunco allí donde la mirada abierta de Daniela no se detiene, allí en los pies que se rebelan y sobresalen de la sábana que va y viene. Porque el cuerpo que ya no es fantasma, acalorado, se desprende de todo ese falso vestido, y ahora, en el lugar de los hombros está su boca, la boca de Mauro balbuceando saliva, como un niño que vuelve a ser alborotado. Daniela gira y el ruido de la cama lo despierta. Los ojos abiertos se encuentran. Qué te pasa mi amor no te podés dormir. No. Él la acaricia, vuelve a ser niño, ella besa la mano, la caricia de niño, y duerme. O no. Otra vez las imágenes difusas de aquel sueño que no es sueño, la boca abierta de Mauro, la noche desde su llamado cósmico, el silencio en la habitación ungido de aquel grito cósmico, el sueño que no es sueño es imagen difusa y es paz en el bosque, la respiración de Mauro como suave brisa en el bosque, un cielo de verde follaje y las caricias de un niño, allá tan lejos en otra vigilia, en otra vida. Suena el teléfono y Daniela abre los ojos. Mauro ausente, con su boca abierta, en algún bosque. Ella sabe, mientras se levanta y camina hasta la mesa, mientras cuida que los ojos de Mauro permanezcan cerrados, que allí se encontrará con la voz, la voz de las entrañas que no es paz, la misma melancolía de siempre, apenas un ruido que irrumpe como grito en el desierto y lo aturde todo. Su madre calla del otro lado. Respira como si respirara el viento del fin del mundo, silencio, y habla. Se siente sola -dice- sin ella en casa se siente sola, no puede dormir, no quiere vivir. Y la artrosis, la espalda, el frío de la noche. La humedad que hay en esa casa, el abandono. Abandonada por todos, la precursora del fin simula un brevísimo llanto, y luego la artrosis, la humedad, el pasado y el pasado. Y la mirada abierta de Daniela viaja hasta la cama, esa cama tan cerca y a la vez tan lejos, al lecho del amor y el desencuentro, al brazo de Mauro buscando un cuerpo que ya no encuentra, y su propio cuerpo perdido allí junto al teléfono, suspirando un presente, una vida, que siempre es pasado.
Daniela se recuerda junto a la mesa, la taza de café de esa misma tarde, las noticias que escuchaba su madre por la radio, algún comentario de irse a vivir con Mauro, la luz amarilla, la pintura corroída en el cielo raso, el silencio contenido de su madre ahora vibrando húmedo desde el otro lado. Desde el otro lado de la vida. La mirada egoísta de su madre como respuesta al nombre de Mauro, un egoísmo sutil, disfrazado de miseria y vejez incipiente, y el corazón de Daniela, sí, el corazón, sufriendo el dolor de reconocer al fin, en esa mirada, en ese momento -la radio de fondo y las noticias repetidas, la humedad, el sillón de su madre, su madre allí silenciada- que hay gente en este mundo que acaso busca la soledad, busca el infortunio, la desgracia y el rechazo, sólo para justificar el llanto, el dolor por el dolor mismo, como si fuera una virtud. El sentido de nuestras vidas allí en unas lágrimas justificado. Y ella sintió pena por su madre, y siente pena ahora por esa nostalgia que vibra en el teléfono, sin consuelo, sin fin, y aleja de sus oídos, esa voz que repite historias, las mismas historias de siempre, y mira los pies en la sábana, el libro en el suelo, el pelo de Mauro.
Daniela busca un pantalón en el bolso, una camiseta, y se viste sigilosa para no despertarlo. Tal vez si fueran marido y mujer su madre entraría en razón y dejaría de presionarla tanto. O quizá podría convencer a Mauro de mudarse juntos a algún lugar cerca de su casa. No sabe, no sabe, no sabe qué hacer ahí ya vestida sentada en el borde de la cama. Mira esos pies desnudos, las películas esparcidas por el suelo, ese libro, esa cama. Mucho más que un sueño. Acaricia las mejillas de ese hombre-niño lejos de todo. Le da un beso y él apenas despierta, la mira, con sus pesados párpados de noche negra en la paz del desierto -aquel desierto que pudieron compartir- la mira y pregunta o no pregunta, susurra y ya sabe, no tienen que decir nada, se besan, se despiden. Ella sale de la habitación, atraviesa el pasillo, el salón. Cierra la puerta de entrada sabiendo que él no va a recordar. Porque él nunca recuerda lo que pasa entre sueños, sus párpados llevan el peso de la noche negra, en la paz del desierto. Ese desierto que ella añora, la paz hundida adentro y la paz con él. Nostalgia de lo que apenas vislumbra y siempre es pasado.
Daniela piensa, una vez en la calle, camino a la estación, en su madre. En la responsabilidad de cuidarla, de estar con ella después de todo lo que ella le dio, todo el cariño y el amor, y el amor que hoy ella siente por su madre, el amor encontrado que a veces no es amor y es otra cosa, algo sin nombre que no reconoce. Y mira las pocas almas que transitan la estación, la noche, y esperan. Ella también espera, y el ruido viene, otra vez el ruido interrumpe imágenes, alguna palabra suelta en la mente, y el tren llega a interrumpir, definitivo, las almas. A llevárselos a todos a algún lugar. Al siniestro destino que llevamos adentro.
Y mira a las pocas personas allí sentadas, cada una conectada a su máquina, a sus teléfonos y a su música, mensajes que no dicen nada. La luz blanca, azulada del vagón. Y la belleza, la belleza que ella encuentra, a pesar de todo, ahí envuelta en esa música, la música que viene de su propio aparato y la transporta lejos, la eleva. Tan alto y tan adentro de ese mismo vagón en el que está ahí sentada y no piensa en Mauro, no piensa en nada, sólo mira y regresa y sobrevuela. Y la música la sostiene sobre un gran colchón de sueños que no terminan. Pero luego debe bajar, la realidad se aproxima ahí en la estación. Y ahora camina y no siente, no piensa en nada y no escucha nada, y llega a su casa, entra, y no espera nada.
Pero apenas su madre escucha el sonido de las llaves, va hasta la puerta, seguramente cambia la expresión de su rostro, tensa la mirada, arquea la espalda hacia delante. Y se mojan brevemente sus ojos cuando recuerda la invocación de la muerte. Porque su hija vino a salvarla de la soledad y la muerte. Su hija el ángel que parió en otra vida.
Daniela saluda a su madre, le da un beso, una caricia en el pelo. No te preocupes mamá, ya estoy acá con vos, no estás sola, yo te quiero. Aunque no importa cuántas veces Daniela repita en su boca el amor, porque su madre, al menos desde que ella recuerda, desde que su padre se fue, su madre siempre, siempre, está sola. Otra caricia y te quiero mucho mamá, mientras va hasta la cocina, se sirve un vaso con agua, se despide, y lo más triste, es que realmente la quiere. Y se quieren. Y tal vez cada una sea lo que más quiere la otra en este mundo, y sin embargo…
Daniela ahora está sola, su madre al fin se fue a dormir. Y ella está sola. Sola en su cuarto, se desviste, se recuesta. Trata de invocar la paz que lleva adentro cada vez más hundida. Paz lejana. Del desierto que ahora es ella. Ella, ella en la cama revuelta, donde el sueño no llega y la tristeza no claudica. No aquí en la tierra de los vencidos donde el destino es el único destino y la vida llega marcada desde otro tiempo. Y la libertad no existe.
Su impotencia, que es tristeza, queda ahogada en la garganta como un nudo. Y su cuerpo se mueve entre las sábanas, en la penumbra del cuarto. Como un fantasma desesperado que nadie vio. Y no, ella no puede desatar sola esos nudos ancestrales. Por eso se levanta y camina hasta el teléfono, y marca algo que ya estaba marcado. Mauro atiende y escucha: la nostalgia húmeda que suena del otro lado de la vida, como si viniera del pasado.



Texto X del libro Vencidos



El tránsito invade la habitación. Me invade el cuerpo débil, cansado, enfermo del horror. Y el sol penetra como queriendo derretirnos -con la misma furia del infierno- nosotros aquí pagamos. La miseria de quién, el pecado de quién. Nada es de nadie. Y yo ya no puedo llorar, ya no siento. Sólo siento alguna cosa, el aroma del café de la mañana quizá. Pero luego el aroma del humo que se expande hacia la demencia se detiene hundido en mi garganta y resucito, recuerdo, que ya no puedo sentir nada. Y debo recordar, una y otra vez, cuántos años estudié para llegar. Enclaustrado como un preso sin recuerdos, doblemente preso. Qué puedo hacer, si ya no me importan, me dan pena. Qué, qué puedo hacer si ya no puedo llorar. ¿Porqué? Porque si acaso me dignara a hacerlo, terminaría ahí, en el fondo, como ellos.
Estas infantas uniformadas no comprenden la enfermedad, no. Yo sí, yo estoy adentro y me sacrifico o acaso no es así. Yo vivo en el pantano y el barro no me toca.
Escucho a Javier que me mira, que está ahí sentado y me habla y es ausencia, y pienso en Juana, la pobre Juana, no tiene arreglo. Ya nadie la escucha. Nadie la visita ni la recuerda. Por eso va y se desnuda y camina desnuda a la noche por los pasillos. Juana, la abuela Juana, logró que todos se acuerden de ella antes de irse a dormir.
Para mí la locura solía ser aquello oculto, vedado, aquello desconocido, insondable. Y lo desconocido era la libertad. Alguna forma de la libertad. Con el tiempo aprendí, que lo desconocido es la muerte o la libertad. Y yo sigo vivo y no puedo llorar.
El tránsito suena adentro. Me dan pena los de afuera, me dan pena. Javier López habla y habla, y por momentos no habla sólo me mira y se queda callado y no puede, nada. Yo le digo que no importa, que diga lo que quiera y que si no quiere hablar que no hable, que desde el silencio también se habla. Pero yo sólo escucho el ruido de los autos afuera, y el sol me aturde y mi alma grita, adormecida, que no debería escucharse nada desde acá adentro, que esto es el colmo del colmo de todo, esto está más abajo que el infierno, más sucio que el pantano, las paredes como escombros, los baños olvidados, las enfermeras que no entienden siquiera el mundo de allá fuera, apenas burócratas anticipadas de la parca. Y la mesa, donde apoyo mis papeles y mis notas que no sirven, donde se instalan mis manos y por momentos las suyas, la veo arañada, atravesada –allí donde se escriben las respuestas- por las sombras de las rejas, las rejas de la ventana por la que entra el sol y el ruido. Como si fuera el preso de algún sueño.
Y yo debería haberme ido de este lugar, debería, antes de perder a Silvina, debería, antes de perderlo todo. Pero hace ya demasiados años de eso. Ahora estoy aquí, y Javier López habla y habla, con el sonido de su voz subterránea, mientras me mira y me atraviesa con sus ojos perdidos y el color de su piel muerta.
Años entre estos pasillos, viendo el sol filtrarse por las rejas de las ventanas, las sombras siempre arañándolo todo. Como si estos hombres fueran carne quemada al sol y no, no, quedan crudos bajo el sol que apenas entra y los rasguña. Entre barrotes. Ellos, acá, no tienen opción. Yo sí, yo vengo y los escucho. Y los medico, un poco, los alivio. Pero ya no sé qué puedo sentir. Mis sueños se repiten, sólo siento el peso de mi cuerpo débil y cansado, mi mente que pesa como un calvario. La voz de Javier allá profunda, el calvario que me aplasta, y el aroma del café de las mañanas de las que reniego, ya no lo siento.
Allá en la pared un cuadro de Toulouse que colgué alguna vez. Miro nuestras manos en la mesa entre barrotes, los ojos perdidos, las piernas festivas de esas mujeres en la pintura, allá en otro siglo, en otro destino.
Cuántos muertos habrán mirado esas piernas.
Y pensar que algunas de estas personas están acá dentro hace veinte, treinta, cuarenta años. Casi tantos años como yo. Acaso no fueron salvadas ¿Por qué? Cumplen la pena eterna de no tener cielo, cumplo yo la pena, el castigo, de ser yo quien los salva, de la nada hacia la nada. Los acompaño en la espera, en la espera de qué. De la nada hacia la nada. Por eso los drogo, me drogo, para borrarnos el pasado.
Es verdad que alguna vez creí que con el solo entusiasmo se podía curar. Con inteligencia y esfuerzo. A quién, ya no sé, ya no recuerdo. Tampoco se de dónde venía mi entusiasmo.
El sol penetra mi martirio, la voz subterránea, los ojos muertos de Javier. Yo le pido que me disculpe, que voy a cambiar de lapicera -porque algo estuve escribiendo todo este tiempo, qué, ya no sé, algo que a nadie le importa sobre las palabras estériles del pobre Javier- porque los papeles marcados sobre la mesa se llevaron sus restos y abro el cajón, veo el retrato de mis hijas, y le pido una vez más que me disculpe un momento, mientras agarro otra lapicera, y contemplo a mis hijas, tan lindas, tan, tan lejos ya. Y vuelvo a escribir, anoto mientras él habla y habla y titubea y no dice nada y una ráfaga de aire o viento entra por la ventana, con el ruido y el sol, y vuela una de mis hojas, y me da miedo, esta vez, que Javier lea alguna palabra de las que dicen mis hojas. Y pienso en Juana, una vez más, la pobre Juana, a veces pienso que quizá sea la única que haya sido salvada en este lugar. Una mujer sola, abandonada, que se desnuda para existir. Que todavía quiere luchar contra el destino. Y yo todavía no siento nada y no puedo llorar, y tengo miedo de que Javier lea lo que escribo y ni siquiera recuerdo, lo que no escribo, entonces decido ir al suelo a buscar palabras sin sentido que se arrastran y me arrastran y las sujeto. Y entonces miro sus ojos, la pura ausencia, escucho que habla, sin sentido, la carne cruda, los ojos y pienso: pobre infeliz, no tiene arreglo.





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