viernes, 15 de julio de 2011

Teodoro Duarte

Amanecer de primavera.


¿Dónde estarás
cuando
mueran
las palabras?
El momento
en donde
todo pierda significado.
Quisiera verte
huyendo
por los bosques
sin hojas.


Te buscaré
eternamente
con el afán
de la mañana,
sin éxito alguno
encontraré
tus ropas
entrelazadas
con pasto y lluvia,
en la desmesura
de mis sentires.


Destruiré el letargo
que nos dejó la luz
de un día otoñal,
lanzaré mi espada lunar
al viento eterno
y volaré al limbo.


Todo se llenará
de magia y sentir,
y seremos parte del universo.
Reiremos
y no se escucharán
nuestras carcajadas...




Un hombre que llueve, Gris.

Una página
de un libro antiguo
arrancada en sangre,
oxidada por lágrimas
de un elocuente
observador morboso,
que ya tiene el cierre bajo
y la mano jugueteando sobre su rodilla.


El día latiendo a su alrededor
con el suplicio de un corazón
devastado por el tiempo
y desamores, lloviéndolo por dentro.


Su opaca forma de percibir
lo hace sentirse neutro y "normal"
(Suponiendo que eso pueda llegar a ser algo),
y lo empuja hacia un vino berreta con gusto a moho
al que toma con gracia desbaratada.


Somnoliento,
desamparado,
vida hostil transitada,
y es una silla vacía frente a la ventana.
Es esa mañana que nace nublada:


los pastos mojados,
los colores resaltados,
las personas caminan cabeza a gachas,
las calles apestadas de barro.


El sufrimiento es una plaga
en él, que los días son penumbra
y un "quizás".


Los días le llueven parejo
cuando no sale de su habitación
nada se mueve, todo estático.


Algún día pensó en terminar con todo
lo que soporta, quiso salir a la calle,
y nada lo llena de fuerzas.


La lluvia lo corroe por dentro...


Colores


Me siento inmerso en una calle gris
decorada de caras grises, pintadas de colores
que buscan mostrar la irracionalidad que tienen los demás a la hora de existir.
Y son artífices de una existencia magra, escueta, llena de telarañas,
creyendo en un ente invisible (Fuera quién fuera) que los seca por dentro,
y deja surcos en sus caras desgastadas por los años de tragedia.


Veo como repelen sus sentimientos innatos, como queman sus pensamientos
con maquillaje, ropas y quién sabe cuanta insatisfacción procedente del afuera.
Intentamos conceder una pieza de la canción interminable a alguien que creemos amar,
descreyendo en el amor, sin saber qué es lo que verdaderamente sentimos
ya que lo que nos hace personas de bien (Si se quiere de esa manera) hacer todo por pensar,
y hacer, lo mejor posible, para poder ser quién nosotros añoramos.
¿Y si fuera que todo está predispuesto para que nosotros hiciéramos
para poder ser, dándole una forma más destinataria a nuestra vida,
a la cual nos vemos apegados sin la oportunidad de escapar a todo ello?
Quisiera poder refutar todo aquello, e idear concepciones más intrascendentes,
sé que no puedo, yo soy esto, la parte oscura del cuarto donde vivo. Eso soy.


Soy parte de aquellos estrategas que están en la tercera fila, que dejan su vida
inmersa en papeles y solicitadas de aquellos que mueren por un mundo nuevo,
masacrando toda aquella valentía que nos une con el vientre materno.


No puedo dejar de padecer de alegoría, la alegría que me otorgan las letras
es casta ante la nostalgia que, a la vez, me causan cuando sus mares de sentir.


Y sigo siendo parte del mismo deseo:
Ser aquella persona que intento,
y que escapa entre los dedos del ocaso.
Para estrellar contra la nada,
esa nada que nos caracteriza
y nos hace parte de su todo, lleno de nada
sin dejar de ser más que un enmarañado de circunstancias
inhóspitas sin relevancia.


Dejamos de soñar,
decepcionados
por
la
pérdida
de todo
aquello
que deseamos
y se nos hace
parte del aire,
y nos dejamos morir,
resecos,
inhalando el polvo
que expelemos
y se nos escapa.


Veo como pasan aquellos vestidos de colores,
haciendo que el gris pase desapercibido.
Haciéndome un observador obsecuente, lleno de lágrimas en el pecho,
rogando no morir jamás por miedo, renegando de mi vida insignificante...



No festejamos victorias


Pasó tiempo ya,
la guerra hizo
estragos
y se fue.


Las bombas
frías y almacenadas.
Los chalecos
son usados para galas,
ya todo descansa
y deja de morir.


Años enteros
nos han dejado
sequías y hambre.
El sur no existe,
y nuestro Dios
nunca mostró su sonrisa.


Nuestra realidad
es nuestras mentiras
"Pudimos haber muerto todos",
se repite una y otra vez,
aterrados de pensar en desaparecer
buscamos refugio en nuestras voces.


Todavía huelo
el pestilente perfume
que emanan los cadáveres.
No podemos celebrar
las bajas de nadie,
pero estamos contentos
de vivir, y seguir vivos,
llorando a los que ya no están.


Aunque nuestras esperanzas
sigan sangrando,
seguimos parados
viendo los dibujos
en las paredes destruidas,
cargados de lágrimas
y cayos perpetuos
en nuestras almas.


Hace tiempo
nuestras heridas
fueron cerradas,
las cicatrices se hicieron carne...

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