viernes, 19 de abril de 2013

María Ibarra


EL RUIDO DEL AGUA

¿Qué hacés acá sentado con todos estos perros?, me preguntó una vieja.
Se me escapó un perro, contesté.
¿Estos perros son tuyos o los paseás?
Los paseo.
¿Y hace mucho que se te escapó?
Hace un rato, diez minutos.
¿Y qué hacés que no lo vas a buscar, hijo de Dios?
Es muy rápido, no lo voy a alcanzar.
Yo recién vi un perro comiéndose un gato. Un gatito, un bebé. ¿No será el tuyo, no?
¿Cómo era?
Era un monstruo. Quise llamar a la policía pero mi nieta odia a la policía y no me dejó. Tuve que salir a la calle, a respirar un poco. No sé para qué una cría una familia, para esto. Y ese perro ahí, dando vueltas, matando gatitos… parecía un animal de otro planeta.
Entonces debe ser él.
¿Y qué hacés acá sentado, querido? ¡Anda a buscarlo, es tu responsabilidad!
Tuve un presentimiento y corrí sin parar hasta el río. Vi a mi perro cerca de la orilla, ladrándole a la corriente luminosa. Tenía el hocico salpicado de sangre.
Mataste un gato, perro hijo de puta, le dije.
Era el gato o yo, dijo él.
¿Cómo? ¿Cómo que el gato o vos?
Era el gato o yo, volvió a decir.
Una fuerza, un ruido agitó el agua. Un ruido insportable que nos dejó sin palabras.





SENTIRES RAROS PERO COPADOS

Una vez me metí un perro entre pecho y espalda.
Se llamaba Tyson y su dueña me pidió que lo llevara a casa de una perra, para que la sirviera. Tyson estuvo de mal humor durante toda la caminata. No quiso entrar en la casa y tuve que llevarlo a rastras hasta el jardín.
No será puto ese animal, dijo el dueño de la perra, riéndose.
¡No soy puto!, gritó Tyson. ¿Por qué no te la cogés vos a tu perra?
La perra se revolcaba entre los canteros, mostrando la panza.
¿Cómo dijiste?
Dije que te la cojas vos a tu perra, gordo pelotudo.
¿Cómo? ¡A mí ningún maricón me falta el respeto!
Está bien, dije interponiéndome, Tyson está cansado, venimos otro día.
No voy a volver nunca, cójansela ustedes.
Tyson saltó la reja y desapareció.
Y justo Tyson le van a poner, flor de puto, se burló el tipo manoteándose el bulto.
Encontré a Tyson en la plaza del barrio, jugando con una banda de perros de la calle. Le hice señas con la correa y me ignoró. Uno de los perros se encaró conmigo en su lugar.
A ver si te llevás a tu perro de acá, que es un denso ese animal.
No creo que pueda. No quiere venir.
Tyson saltaba y tiraba tarascones en son de paz pero el resto del grupo se dispersaba, agotado.
Te vinieron a buscar, loco, andate de una vez, le dijo el perro que me había hablado.
No quiero irme, yo me quedo con ustedes.
Pero nosotros no te queremos. Volvé a tu casa, pajero.
Las casas están todas gastadas, ¡no tienen más nada que ver conmigo! Déjenme que me quede en la plaza por lo menos, no me importa que no me quieran.
Tyson, vení conmigo, le pedí. ¿Qué vas a comer? ¿Quién te va a curar si te enfermás?
Escuchalo a tu dueño y andate.
No es mi dueño, yo soy mi dueño. Tengo sentires raros pero copados. Tengo sueños sofisticados y un destino especial. Así que váyanse todos a la mierda.  Soy mejor que él y mejor que ustedes y me voy a quedar donde se me antoje el orto.
La jauría, despabilada por el agravio verbal se le vino al humo. Yo me tiré encima de Tyson y lo cubrí con todo mi cuerpo.
¿Qué hacés, boludo?
Te cuido, Tyson.
Yo me los banco solo.
Ellos también son especiales, te van a destrozar.
Lo imanté con mi olor y lo absorbí por los poros abiertos hasta encajarlo entre mis arterias.
No entiendo por qué hacés esto, me dijo ya más tranquilo.
Porque creo y siento igual que vos, le contesté, bancándome la paliza con su mismo orgullo.


CORRO, NO CORRO, DICE LA SANGRE


¿Quién me legitima? ¿Quién dice que vale la pena que abra la boca? ¿Que anote, que mire a los demás y anote? ¿Que saque conclusiones cada vez más en punta?
No es uno solo el que se adjudica mi permiso. Pero actúa como uno, un organismo. Por encima y por dentro de todos y es viejo como la sangre. Es el papá de la criatura.
¿Por qué entonces no puedo vivir al ritmo de mi propia sangre? Es una sensación, es discutible. Como el tiempo, la sangre corre como el tiempo, lento o rápido depende de uno, del fastidio, del cagazo.
Entonces pongamos que voy por detrás. Cansada, desfasada. El colectivo cada vez más despacio. La concha de tu hermana, chofer. Qué jodido ir por detrás de tu biorritmo, de tus necesidades. Miro por la ventanilla, qué despacio va todo. Menos los árboles. Los árboles corren independientes del velocímetro. ¿Qué será? El poder de la voluntad. Un principio subversivo, una magia. Estoy re cansada de la magia también.
Después llego donde sea que tengo que llegar, me siento de nuevo, o me paro. Hago lo que tengo que hacer. Espiada por la sangre que se queja de lo lento que voy. Qué poco progresaste. Qué mal que invertiste tu talento. Es culpa del colectivo de mierda, pienso. Y del poco permiso que me dieron. Es culpa de los padres. Del padre del colectivo.
No, me dice la sangre. No es culpa de nadie. Fijate bien, boluda, no hay nadie.
Es verdad, no hay nadie. Todo lleno de árboles y sin nadie.

1 comentario:

Matias Berrondo dijo...

Qué genialidad más puta. De lo mejor que leí en este blog y en muchos otros, sin desmedro del trabajo de nadie. Me llegaron mucho estos textos, creo que están escritos de una forma muy efectiva, me dan ganas de romper todo. Mataría leer más de esta persona. Si tiene un blog o algo, pasenlonnn!!

Adiose.