miércoles, 21 de septiembre de 2011

Jo-c Deux - Guayaquil Ecuador


LANZAMIENTO DE UN LIBRO



"La poesía entra en el sueño
como un buzo muerto
en el ojo de Dios."

Roberto Bolaño. "Resurreción"


Estaba frente al micrófono apuntando con su nariz a un montículo de carne que se movía de un lado a otro con cada bocanada del viento. Él dijo: los poetas somos santos y no estamos hechos de sal. Alzó la voz intentando callar al silencio y devoró un par de moscas mientras recitaba ¿poesía? Nada extraordinario pensé y giré mi rostro; ahí estaba el mar y la arena. Ahí estaban los tiburones y los tesoros; ahí estaban los naufragios y las gaviotas. Pero mis pestañas no eran redes, y esas imágenes se desvanecieron lentamente como una gota que resbala en el vidrio de una ventana ignorada en un siquiátrico. Quise detenerme a llorar pero no lloro porque no tengo ojos, y ciego caminé hacia ustedes sobre adoquines de huesos y solo me detuve para vomitar.

El hombre me señaló sin conocer mis costillas y dijo que hay gente que escribe con sus lacras y pasa su lengua sobre la llama de una vela. Susurró fragmentos de esos poetas que estaban sentados en la primera fila, con sus ojos sonrientes y sus bocas llenas de lagañas. Y el hombre aleteó cuando el golpe ya lo había domado, y canturreó los versos, y algunos aplaudieron y otros esperaron que las manecillas del tiempo caigan del círculo de la carcoma.

Los libros estaban sobre una mesa como manzanas agolpadas en un canasto en el mercado de venenos. A 5 dólares el poemario, a 7 la antología, a 10 los cuentos y a 15 las pesadillas.
¡Lamentable suceso! todos los libros fueron engullidos por las sombras y las pesadillas aburridas caminaron por los pasillos lloriqueando. Pobres sueños espantosos que murieron en las manos de los insomnes; pobres traiciones que santiguaron su dolor en las paredes de los cenotafios.

Recordé que en mi mochila Bolaño descansaba. Pensé, pasearé mis angustias por las calles asfaltadas de granizo y la voz del poeta mayor morirá en las cuchillas de hielo mientras yo grite: no soy poeta, tampoco escritor; cuando me miro al espejo solo veo un columpio vacío que se mece como el péndulo del dolor.

Esa copa de vino y el eco de mi distancia fue todo lo que quedó, luego de que los aplausos asesinaron, incluso las páginas que no fueron escritas, ¡bella poesía!


CENTINELA DE ALMIZCLE


todo payaso reflejado en un espejo
antes de colocar la nariz risible
frente a su destino
obsequia una mirada al pasado
y recuerda los recovecos tristes de sus pasillos
luego limpia el espejo
con la manga repleta de lentejuelas
y sale al paredón
donde los enfermos
esperan que un ser trágico
les saque una sonrisa



Transfiguración Satí


abrazada de la seda del fuego
sumergida en llamas
ahogándose con las alas del piragón
haciéndose cenizas
luego de ser carne
luego de ser deseo
luego de ser pensamiento
se levanta
o flota
o atardece
y bebe del río
sus ofrendas
y se eleva
hasta preñar en las afelpadas
paredes del cielo
a una triste mujer destinada
a abrazar el fuego


"HERMANA TORNERA"**


hermana tornera que buscas los recovecos
de mis dientes
en el zaguán de mi infancia
o el timbre que obligaba
a cuerpos lacónicos
a cerrar las ventanas
y atar con sus lenguas
toda virtud que escapa
de la sombra de los murciélagos

hermana tornera que me recuerdas
en los pupitres
en el hedor de las celdas del tiempo
cortando los pétalos
que adornan
los tráfagos fúnebres
mirando detrás de las casuchas
a las avaricias arrastrarse en las calles
y al sol morir en el río macilento
sobre las cruces de Joaquín Gallegos Lara

hermana tornera
vuelve a tu recinto
de bufidos oxidados
y lágrimas disecadas
no toques mi ventana
ni pidas que acompañe a tu silbido
al que el Ángel de la Juan Pablo Arenas y Morro
con zapatos de charol
y corbata de seda negra
siguió
demoliendo su cabello despeinado
con un tiro
de una Smith Wesson
en su cabeza
soportando a las sombras
tragarse toda su melancolía



** "Hermana Tornera" nombre que le dio a la muerte en algunos de sus versos, el poeta Medardo Ángel Silva





LO QUE HE PERDIDO



Leo un libro cualquiera que taladre mis ojos; la literatura está ahogada en el estanque de mis pesadillas y todas las canciones se esconden en la carretera. Sé que las cosas funcionan afuera, y que los relojes averiados también dan vueltas infinitesimalmente, hasta agotar a los bastones de cadáveres que aún no han querido enterrar sus erecciones.

Existe una mujer desnuda con un puñal encendido y una botella llena que me espera. Los espejos que se han derretido se filtran por los poros de su piel caoba. Ella me espera, y mientras yo arranco hojas de los libros que no he escrito, ella entierra su fe, en los hombres que mienten con sonrisas afeitas. Yergue su cuerpo, mástil apolillado, y luego limpia sus manos con un trapo repleto de sangre. No va a matarme, no va a encontrar mi pellejo, hay tantas cosas que le debo decir, pero he preferido al silencio como único medio de ataque. Las demás valijas que he llenado, se quedarán en estaciones sin trenes. Ella ha elegido esperarme, yo he elegido huir. Nuestro pacto íntimo está en el asiento vacío de una sala de cine. Todas las cosas tienen su propia esperanza en sí mismas.

Recordé las migajas y los anzuelos que fueron pescados con carne. Alguien recolecta en las calles el precio de los huesos y deja que los carteles, con la cantidad adecuada, sea lamida por leprosos de almas mesiánicas. Recordé que mis bolsillos están repletos de cosas vacías; y a mi última voluntad: tener cargada una pistola con la apuntaría averiada, como, cuando de niño aplastaba el gatillo, apuntando directo, entre ceja y ceja, del hombre que ocultaba sus manos detrás de la espalda, y la munición entraba en una caja de chicles.
Las páginas se agotan, y el cerrojo es más pequeño. Puedo ver, aún, por el orificio, que una silueta arranca flores del pasillo. Todo se marchita y yo estoy entre el tiempo y la codicia; quizás algún esclavo, con los muñones fríos, me de mis propios grilletes; debo aferrarme a algo, aunque sea, al minuto de infelicidad que alguien cierne con sus ojos, pensando que el final de su tristeza es el comienzo de un nuevo llanto.

Dejaré el libro quieto, y veré por la ventana; algún día estará los intestinos blancos de la belleza, ahorcando nubes que excretan su última voz líquida sobre el ripio, sobre el sonido ahogado de las cosas que he perdido.

1 comentario:

Joce Deux dijo...

gracias por la publicación... solo por ubicación de mi natalicio, soy de guayaquil Ecuador... ahora vivo en QUITO ECUADOR.
UN ABRAZO